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“El
fin del viejo mundo”, de F.R. Dobs y “El bravo Johnson”, de D.
Okele
-Érase una vez... ¿Sabes qué?
-¿Qué?
-Te lo voy a contar como me lo
contaron a mí cuando era pequeño: ¡Con marionetas! Vamos ahí, a
ese pequeño claro -y fueron allí, a ese pequeño claro.
-¿De dónde vas a sacar las
marionetas? -dijo Edja, sentada ya en el salvaje césped.
Ehl fue de aquí para allá,
recogiendo pequeñas ramas y otros utensilios. En menos de treinta y
siete minutos lo tenía todo preparado. El claro sería el escenario,
no había necesidad de construir ninguna estructura. Inertes yacían
dos marionetas anatómicamente asimilables a un humano (a dos, para
ser exactos), junto con un montón de monigotes más pequeños y más
toscos, sin articulaciones ni proporciones realistas. Ehl carraspeó
teatralmente, reclamando innecesariamente la atención del público,
compuesto por Edja en el patio de butacas y unas elitistas ardillas
en los palcos.
-Señores y señoras, lo que están a
punto de ver es una reinterpretación de dos de las obras de teatro
más influyentes en el conocimiento sobre historia antigua que posee
mi cerebro, y por ende, mi propio ser. Bajo mi dirección, “El fin
del viejo mundo” y “El bravo Johnson” pasarán a ser una única
obra. Es la primera vez que alguien se atreve a realizar tal proeza.
Ya veremos si el resultado es satisfactorio. Sin más dilación...
PRIMER ACTO
Interior. (En
este caso exterior, porque estamos en medio de un bosque).
Una pareja está sentada en el salón de su casa. Se oyen extraños
ruidos procedentes del exterior (De más el exterior, de fuera del
claro, supongamos):
Hombre: ¿Qué
serán esos extraños ruidos procedentes del exterior?
Mujer (levantándose
y acercándose a la ventana): Parece que hay unos disturbios
ocurriendo en la calle.
Hombre: Será
mejor que salgamos para cerciorarnos de que ello es cierto.
La pareja abandona el escenario y
regresa al momento. Un cartel indica una elipsis temporal.
Mujer (Con
cara de sentirse mal): No me siento demasiado bien...
Hombre: ¿Estás
sangrando? Porque si es así ya sabes que no quiero saber nada,
mujer.
Mujer: No, no
es mi periodo. He debido coger un resfriado cuando aquel lunático me
mordió en el brazo.
La mujer se desmaya y comienza a
convulsionar, retorciéndose como una condenada (todo
lo que este humilde monigote permite). Se levanta.
Mujer (Gruñendo):
Uhnmññ (eso sería el gruñido)
El hombre, sentado en el sofá, no
se da cuenta de lo que pasa hasta que es demasiado tarde. La mujer le
muerde en la rodilla (Uy, vaya,
se suponía que era en la rodilla. Es difícil
manejar estas figuras hechas por mis inexpertas manos. Perdón si ha
resultado grosero). Los dos gruñen y salen al exterior.
FIN DEL PRIMER ACTO.
Todo el bosque estalló en aplausos
durante sus buenos diez segundos. Edja estaba boquiabierta.
-Wow.
-Lo sé.
-¡Más!
-Después.