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Violators will be prosecuted. Enjoy!

miércoles, 28 de agosto de 2013

De noche

No estoy solo en mi habitación. Hay algo más. ¿O alguien? No, alguien no. La luz está encendida, si hubiera otra persona la vería. O quizás no... 

Ruedo sobre mi espalda, lanzó la mitad superior de mi cuerpo hacia el suelo, apoyando las manos en el frío suelo de baldosas. Las piernas permanecen arriba, en la cama. Ahí no hay nadie.

Noto algo detrás de mí. Levanto la cabeza. No veo nada. Vuelvo a mi posición inicial sobre el colchón. Y entonces lo oigo. No, antes de oírlo lo siento. 

A mi izquierda, un redoble de pisadas anuncian su llegada. Me giro y lo veo. Me ve. Se para. Un escalofrío recorre mi espina dorsal. La suya está formada por decenas de vagones. De cada uno de ellos emergen docenas de patas. Comienza a ascender por la pared. 

Él está más asustado de ti que tú de él. Los cojones. Da un millón de pasos, avanzando un centímetro en dirección a mis pies, subiendo y subiendo. Amenaza con caerse. Dios mío, se va a caer.

Cinco patas en el aire, otras trescientas aun en contacto con la pared. No por mucho tiempo. Lo veo a cámara lenta. Prácticamente oigo el grito mientras cae. El sonido que me llega claramente es el ruido seco que produce al impactar contra el colchón. Me incorporo tan rápido que por un momento consigo verme a mí mismo tumbado en la cama, con el terror dibujado en mi rostro, mientras veo al bicho colarse entre el colchón y la estantería. Respiro. Mierda...

Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. ¿Qué coño es eso? ¿¡Qué coño es eso!? ¿¿¡¡QUÉ COÑO ES ESO!!?? Dos, cuatro, seis, ocho patas hacen una araña. Tiene el tamaño de una pelota de tenis y está en el suelo, junto a la puerta, a un metro de mí. Un puto metro nos separa. 

Intenta pasar por debajo de la puerta. Es como si un elefante quisiera entrar por mi ventana. Decide trepar. No lo consigue. El ruido de sus miembros contra la madera es ensordecedor. Saltan astillas. 

En un segundo pienso en ochocientas noventa y dos armas que puedo usar contra la araña. Mierda, mierda, mierda. ¿Cojo el libro? Lo tiro desde aquí y se acabó. Me da igual despertar a mis padres, lo entenderán. Es ella o yo. Los tenis... Los tenis están en el suelo. En el suelo está la araña. No pienso acercarme ahí. Un momento...

Sobre el estante está el matamoscas. Spray. No tengo que acercarme. Lo cojo y apunto. Aprieto. No le gusta. No le gusta nada. Pero no se muere. Patalea y la baldosa se llena de arañazos. Se acerca. Busca el refugio de mi cama. Vuelvo a apretar el gatillo. Esta vez no lo suelto. Se acerca. No se muere. Tengo el dedo congelado y la maldita araña no se muere. MUERE, HOSTIA, MUERE. 

Empiezo a intoxicarme y la araña, cubierta de una capa de insecticida, sigue acercándose.  Ojalá tuviera un mechero, pienso. Lanzallamas y se acabó. ¿POR QUÉ NO SE MUERE? NO, NO TE METAS DEBAJO DE MI CAMA. ¡NO! Se trastabilla, retrocede, gira, se cae. Dos, cuatro, seis, ocho patas dejan de moverse. Respiro hondo, aliviado. Toso.


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