Pase lo que pase no mires abajo. Es lo único que me viene a la cabeza, además de toda esta sangre. Me caías mejor cuando fluías uniformemente por todo mi cuerpo, sangre. Pero claro, tuviste que venir a joderme el cerebro acumulándote aquí como un grupo de señoras cuando habilitan una nueva caja en el super. ¿Quién te envía, maldita sea? ¿Eres tú, gravedad? Claro que sí, quién si no... La maldita y estúpida gravedad. La misma que quiere matarme acelerando mi cuerpo hacia el suelo. El duro, duro suelo suspendido sobre mi cabeza. Dios, creo que me estoy mareando. Ni siquiera recuerdo por qué estoy aquí.
-Por última vez, ¿dónde está el dinero?
Ah, sí, por eso...
Hace dos horas no era más que un pobre tío que acababa de robar una pequeña fortuna del maletín de un hombre muerto. Y ahora aquí estoy, colgando del balcón de la última planta de este hotel. Mi vida está en las fuertes manos cerradas sobre mis tobillos del hombre que me interroga. Seguramente sea un esbirro del hombre aquel al que maté, el del maletín cargado de dinero de hace un par de horas. La de vueltas que da la vida...
-Mira, ya te lo dije antes: no tengo el dinero- consigo pronunciar.
-¿Quién lo tiene?
-Lo gasté.
-¿Todo?
Asiento. O lo haría si no estuviera colgado boca abajo.
-Todo.
-Entonces no me sirves de nada vivo -dice mientras abre su mano izquierda. Veo bailar el suelo sobre mí.
-¡No, espera! Si me matas no podrás recuperar tu dinero.
-No es mi dinero. Es el dinero del jefe. Además, ¿no lo habías gastado todo? - me pregunta mientras afloja la presión sobre mi tobillo.
-Era broma. Aún lo tengo -miento-. ¿Tu jefe no está muerto? Pregunto, vamos. Yo no lo sé.
-Ahora hay otro jefe. Uno que te da las gracias por librarte del antiguo jefe pero que de todas formas quiere su dinero de vuelta.
-Oye, ¿no te cansas de sujetarme así con una mano? ¿Por qué no me subes y hablamos tranquilamente ahí arriba?
-Dime primero dónde está el dinero y entonces te subo. -Ya, claro... Este tipo se cree que nací ayer, cosa que no es cierta. No soy un bebé. Lo fui, claro que sí, pero eso no tiene por qué saberlo. Soy un hombre astuto capaz de darse cuenta de que en cuanto le diga dónde está el dinero me depositará tiernamente sobre el asfalto o contra lo que sea que mi cuerpo se encuentre allá abajo, en la calle.
-Lo tengo aquí.
-Mientes. -Sí, claro que miento, pero él no tiene por qué saberlo. En eso se basan las mentiras, ¿no?
-No, no miento. ¿Tengo pinta de ser el clase de tipo que miente cuando su vida depende de lo que diga? ¡Claro que no! Súbeme y coge tu maldito dinero. Está todo aquí, dentro de mis pantalones.
-Podría subirte...O puedo soltarte y recogerlo abajo en la calle.
-¡No, claro que no puedes! Es la idea más estúpida que he oído nunca. "Voy a matar a un hombre lanzándolo desde el piso sabedioscuanto de un céntrico hotel, llegar unos minutos después abajo, abrirme paso entre los curiosos y probablemente la policía, agacharme junto al destrozado cadáver, bajarle los pantalones y recoger un montón de billetes ensangrentados, llenos de carne humana, huesos y otras porquerías".
Me parece que se está pensando lo de subirme, aunque no le veo la cara. A estas alturas ya no veo nada. Estar colgado boca abajo ya es bastante duro, pero es que tener que discutir con este tío me deja sin aliento... Súbeme, le grito. Bueno, lo pienso. Ya no me queda aire para decirlo en voz alta. Pero aún así me sube. Mira que bien. Igual es telépata. O lo soy yo. No sé muy bien quien se lleva el mérito en un caso como este. ¿Es él quién me lee la mente, o soy yo el que consigo meter mis palabras en su cabeza? Da igual. Dejaré la telepatía para otro momento. Ahora mismo, tumbado boca arriba sobre el suelo de baldosas del balcón, tengo cosas más importantes de las que ocuparme. Como del tío de casi dos metros que empieza a desabrocharme los pantalones.
-Vaya, qué directo... ¿No me vas a dar un besito al menos?
-Cállate.
-Sólo quiero que sepas que, bueno, mi sangre está volviendo lentamente desde mi cabeza ahora mismo, así que igual tardo un poquito en... ya sabes... estar operativo.
-¿Sabes que no necesito que estés vivo para quitarte los pantalones?
-¿Sabes que no necesitas quitarme los pantalones? -digo cuando comienza a tirar de ellos. -No tengo el dinero, lo gasté -le confieso.
¿Por qué lo hago? Bueno, en dos segundos iba a averiguarlo por él mismo en cuanto me bajara los pantalones hasta los tobillos, y llegado ese momento me iba a resultar más complicado hacer esto.
¡Premio! Mi pierna alcanza tal velocidad que su movimiento pasa inadvertido al ojo humano. Gracias a dios hoy en día disponemos de la tecnología necesaria para que este épico momento sea apreciado en toda su magnitud. Años y años jugando al fútbol por fin me han servido para algo. Como decía mi padre: "Con potencia y precisión puedes romper el cascarón".
Aunque ahora que el tío se retuerce de dolor siento lástima por él. Que se joda: no hubiera querido matarme. Eso es lo que le pasa a la gente que quiere recuperar el dinero que yo les he robado. No, pero en serio, algo de lástima sí que siento por sus futuros hijos, los cuales nunca podrán nacer. O por sus hijos de ahora, si es que tiene, que acaban de perder a su padre por culpa de la maldita gravedad.