-Orcán sólo
quiere jugar.
Se impulsó en el fondo y saltó por los aires, saliendo por completo del
agua, dibujando una parábola en su perfecta imitación de un cometa; las gotas
que dejaba atrás, la cola. Cayó sobre él, que no pudo hacer más que levantar
los brazos en un fallido intento por protegerse. El impacto fue blando, pero la
fuerza lo sumergió hasta dar con su espalda en la arena. Sintió un dolor agudo entre
los omóplatos. Gritó burbujas. Ella se apartó por fin, alejándose con dos
poderosos coletazos, como era natural. Él salió a la superficie usando cada
músculo para ascender a través del agua. Ambos eran magníficos nadadores. Engulló
aire hasta que la quemazón en sus brazos y piernas se extinguió por completo. El
dolor en la espalda comenzaba a extenderse.
-Tienes algo ahí.
Su cuello de humano no le permitía la rotación suficiente para poder
verse la espalda. Su falta de flexibilidad, que por momentos le acercaban más a
una silla que a un niño, le impidió llegar con sus manos al origen del dolor.
-¿Qué es?
-Un pez.
-¡Quítamelo!
-¡Está clavado! ¿Ves como tenías que usar fanequeras?
Respiró hondo tres veces. Empezaba a notar dormida toda la espalda,
aunque ahora que lo pensaba no recordaba haberla sentido despierta antes.
-¿De qué me iban a servir unas fanequeras?
-Orcán sólo quería jugar. –Una tímida sonrisa, una pregunta eludida.
-Pues por culpa de Orcán tengo una faneca clavada en la espalda.
Quítamela.
El pez era resbaladizo. Orcán decidió que lo mejor era usar los dientes.
Un mordisco, un rápido movimiento de cabeza; pez y niño fueron dos
nuevamente.
-A lo mejor ahora tienes poderes. Como Spiderman. Haz así, a ver si puedes lanzar
redes.
Quiso protestar, decirle a su hermana que una picadura de faneca, aunque
fuera en el medio y medio de la espalda, justo entre dos vértebras, no otorgaba
poderes de ningún tipo, que la faneca tendría que ser radiactiva para que fuera
así. Quiso también explicarle que, en todo caso, los poderes serían los propios
de una faneca, no de una araña, por lo tanto no podría lanzar redes. Pensó en
aclararle, ya de paso, que lo que lanzaba Spiderman no eran redes, sino telas de araña. No hizo nada de eso, como tampoco hizo el gesto que
le pidió. No pudo levantar el brazo. No pudo mover la lengua. Sus piernas no
pudieron sostener su cuerpo. Sus pulmones no pudieron ni respirar agua. Fanecaman
por siempre escondido en la arena, un metro de mar sobre su cabeza.
-Orcán solo quería jugar.
-Y por eso no podéis bañaros todavía.
-Un momento... ¿Dices que si nos bañamos antes de haber hecho la digestión vamos a
jugar a Orcán, sea lo que sea eso, y una faneca se nos va a clavar en la espalda y nos va a
paralizar con su veneno y vamos a morir ahogados, mamá?
Se quedó callada. Habría sido más fácil decirles que les iba a dar un
corte de digestión que los mataría instantáneamente, como le había pasado al
hijo de unos amigos de una amiga suya una vez, que es lo que decían todas las
buenas madres cuando no querían que sus hijos se bañaran nada más llegar a la
playa. Pero ¿una historia sobre una orca/perro que en su afán por jugar acababa
matando indirectamente a su hermano al convertirlo en un niño/faneca? ¿A qué
clase de mente enferma se le ocurre semejante cosa? Sacudió su cabeza.
-Bueno, pues haced lo que queráis, pero como os ahoguéis os mato.