El
Doctor Li miraba por la ventana de su despacho en la sede de Aleph
Dynamics en la ciudad portuaria de An, cuando la valla holográfica del otro
lado de la calle empezó a parpadear, iluminando con tonos neón su
rostro pensativo.
«Llega
el futuro. Llegan los Émulos», se pudo leer de forma intermitente
durante unos segundos antes de que el cartel se apagara
definitivamente. Proyectados en la lluvia, los cuerpos desnudos de
los Émulos se volvieron casi tangibles antes de extinguirse para
siempre.
AD
llevaba años desarrollando los Émulos: androides orgánicos dotados
de una inteligencia artificial humanoide. Dos tecnologías que la
Federación siempre había sido reticente a unir. Motivos éticos,
alegaban. Temían que la salida al mercado de androides
indistinguibles de los humanos pudiera abrir de nuevo las puertas a
la esclavitud. Como si los androides actuales no fueran ya esclavos.
Lo que no querían en la Federación era que sus robots sexuales
pudieran quejarse.
Un
carraspeo desde la puerta sacó al Doctor Li de su ensimismamiento.
-Doctor,
es hora de irse.
El
Doctor Li asintió con la cabeza y salió del despacho desde donde
había dirigido Aleph Dynamics An durante la última década. Siguió
a su ayudante por los pasillos vacíos del edificio. Como director,
sentía la necesidad de ser el último en abandonar AD.
-¿Han
incinerado ya a los Émulos v5?
-Todavía
no -contestó su ayudante-. La lanzadera saldrá en cinco minutos.
-Quiero
ver el despegue.
Su
ayudante no puso pegas. Bajaron hasta el hangar de almacenaje. La
lanzadera no tripulada flotaba medio metro sobre el suelo. Calentaba
motores, preparándose para el despegue, cargada con los cuerpos de
un centenar de v5. Una vez saliera de la atmósfera, saltaría
directa al Sol, y los Émulos v5 desaparecerían sin jamás haber
tenido la oportunidad de vivir.
No
era justo que los E v5 pagaran tan alto precio por culpa de los v4. Fueron ellos quienes escaparon de su hábitat e irrumpieron en el edificio. Ellos atacaron a los
científicos. También la Federación tenía parte de culpa. No les había temblado el pulso para cerrar Aleph Dynamics An en cuanto
se produjo el primer incidente con pérdida de vidas humanas.
Aunque el principal
responsable era el propio Doctor Li. Los Émulos eran sus criaturas. Él les daba la vida y
él se la quitaba, sustituyendo las distintas iteraciones por
versiones mejoradas, cada vez más humanas. Maravillosamente imperfectos.
Sí.
No era justo que los v5 murieran así.
El
zumbido de los motores creció hasta hacerse insoportable. El polvo
empezó a levantarse, formando remolinos. El Doctor Li vio cómo su
ayudante se protegía los ojos con el brazo. Fue entonces cuando aprovechó para correr hacia la lanzadera.
El
Doctor Li accionó el botón de apertura de la cabina y saltó a su
interior. La cerró a tiempo de evitar que su ayudante lo sujetara
por el brazo y lo obligara a bajar.
-¿¡Está
loco!? ¿¡Piensa morir por unos androides!? -gritó su ayudante,
apenas haciéndose oír por encima del ruido de los motores, antes de
correr a refugiarse ante el despegue inminente de la nave.
-No
son unos androides -dijo el Doctor Li para sí mismo-. Son mis
androides.
Además,
no tenía ninguna intención de hundirse con sus v5 en el Sol.
Los
motores empezaron a temblar. Al instante, la aceleración vertical
pegó al Doctor Li al asiento. Se concentró en no perder el
conocimiento. Tenía que reprogramar la trayectoria de la lanzadera
antes de que saliera de la atmósfera.
Necesitaba
desviar la nave a algún sitio seguro. A algún planeta extra-galáctico sin vida inteligente de clase A y con una atmósfera respirable para sus
Émulos. Introdujo los criterios de búsqueda en la computadora y
obtuvo un resultado dentro del rango de salto de la lanzadera.
PR-843772 era un planeta rocoso con aproximadamente el 70% de su superficie cubierta de agua. Estaba en uno de los brazos de una galaxia espiral, orbitando alrededor de una estrella tipo-G. Tendría que valer. Introdujo las nuevas coordenadas un segundo antes de que se produjera el salto.
PR-843772 era un planeta rocoso con aproximadamente el 70% de su superficie cubierta de agua. Estaba en uno de los brazos de una galaxia espiral, orbitando alrededor de una estrella tipo-G. Tendría que valer. Introdujo las nuevas coordenadas un segundo antes de que se produjera el salto.
La
lanzadera se desvaneció en el espacio. Se materializó a dos decenas
de ERA’s de allí, dentro del campo gravitatorio de PR-843772.
La nave se precipitó hacia el planeta. El Doctor Li fue al compartimento de carga e inició el protocolo de activación de los
v5. Volvió a la cabina para encargarse de la maniobra de aterrizaje.
Fueron a parar a un terreno yermo.
El
Doctor Li sabía que tenía el tiempo justo para descargar a los v5
antes de que la Federación se diera cuenta del desvío de la
lanzadera y activara la baliza de localización. Pero antes
necesitaba explicarles a sus Émulos qué hacían allí.
En
la cabina no había ningún dispositivo de grabación.
Tampoco ningún medio de escritura. Al Doctor Li sólo se le ocurrió
una solución: se quitó la bata blanca, se hizo un corte en el dedo
y usó su sangre a modo de tinta para escribir el mensaje.
Al acabar, depositó
al centenar de Émulos en el suelo pedregoso y lanzó su bata
ensangrentada sobre ellos. Cerró las compuertas de la lanzadera, se alejó a una distancia prudencial para
realizar el despegue y abandonó el planeta de los Émulos.
Cuando
estuvo lo bastante lejos se permitió detener la lanzadera y echar la vista atrás. Se preguntó si
los v5 ya se habrían despertado y estarían ahora leyendo su
mensaje. Esperaba que entendieran que la culpa no era suya, sino de
los E v4, auténticos humanos salidos de las entrañas de AD An en
vez de nacidos del útero materno. Y como humanos habían errado.
Habían entrado donde tenían prohibido entrar y ahora eran los v5
quienes sufrirían la condena eterna del destierro.
Pero
él confiaba en sus Émulos. Los visitaría en cuanto pudiera. Y si él no podía, lo haría su hijo. En cualquier caso estaría pendiente de ellos.
Sí.
El Doctor Li seguiría de cerca ese planeta azul desde los cielos.