Tienes
una máquina del tiempo. Úsala. Vuelve al pasado, a un tiempo de
caminos sin coches. Caminos entre árboles centenarios. Caminos
sinuosos, que siguen las curvas del terreno, que bordean valles y
ascienden serpenteando por la ladera de las montañas. Viaja a un
pasado donde el agua se bebe fresca, filtrada entre las rocas. A un
pasado donde el tiempo lo marca la luz del sol. Donde los animales
levantan las cabezas de los pastos durante unos segundos para verte
pasar, tranquilos. Súbete a tu máquina del tiempo y siente cómo el
pasado te habla con todas sus cuestas arriba y cuestas abajo.
Tienes
una máquina del tiempo. Úsala y viaja a un futuro donde la gasolina
es tan sólo un recuerdo ridículo de la estupidez de tus
antepasados. Es un futuro de ciudades verdes, de cielos limpios, de
conversaciones que se escuchan ahora que no hay ruidos de motores. Es
un futuro en el que los días de frío hace falta abrigarse de verdad
y donde la lluvia moja, sí, pero ¿qué hay de malo en eso? ¿Qué
hay de malo en recordar que nosotros y los elementos somos parte de
este planeta? ¿Qué hay de malo en esa convivencia? ¿Qué hay de
malo en resfriarte alguna vez en invierno o en tener que abrirte el
maillot en verano? Coge ya tu máquina del tiempo y viaja a un futuro
donde todavía podrás parar en cada estación.
Y
ahora viene lo importante. Escúchame. Tu máquina del tiempo no una
de esas que salen en las películas ni en los libros de ciencia
ficción. Tu máquina del tiempo no es un reloj de arena al que hay
que darle vueltas, ni funciona con plutonio robado a terroristas
libios. No. Si para algo has de usar tu máquina del tiempo es para
anclarte al presente.
Piérdete
por una carretera de montaña sin saber a dónde vas o cuándo vas a
llegar. Apaga el Strava y concéntrate en cada pedalada, nada más.
Por tu bien y porque así es como funciona esta máquina del tiempo.
Porque si imaginas lo que te va a costar subir ese puerto de montaña,
jamás lo subirás. Si bajas con miedo a caer, te caerás. Suelta el
freno y disfruta de la velocidad.
Ama
tu máquina del tiempo y amarás el presente. Escúchala. Atiende, te
dice: cuando necesites distraerte del dolor en las piernas, mira a tu
alrededor, al cielo azul, a las nubes grises que se ciernen sobre el
horizonte, oye los pájaros piar, animándote, y respira el aire de
los mismos árboles que te dan sombra. Siente cada ondulación del
terreno del mismo modo que sientes el sudor mojando tu piel, porque
ahora es parte tuya y tú eres parte de él. Eres parte de la Tierra.
Tu
máquina del tiempo no funciona como tú crees que lo hace. No usas
la energía de tus músculos para moverte. En realidad la usas para
permanecer en el presente. Para que cada segundo que pasas en tu
máquina del tiempo cuente ahora y nada más. Para que la próxima
vez que te subas a ella hayas olvidado lo mucho que has sufrido en
aquella rampa infernal, sin más piñones que usar, apenas avanzando,
retorciéndote sobre el manillar, maldiciendo el momento en el que
decidiste tomar aquel desvío que tan buena pinta tenía, lamentando
ser esclavo de la belleza, del asfalto agrietado y las calzadas
estrechas sin pintar. Tu máquina del tiempo te ayuda a olvidar y te
impulsa a explorar todos esos caminos. Con esta máquina del tiempo
los días se viven de verdad.
Tienes
una máquina del tiempo. Úsala ya.