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domingo, 16 de septiembre de 2018

Máquina del tiempo


Tienes una máquina del tiempo. Úsala. Vuelve al pasado, a un tiempo de caminos sin coches. Caminos entre árboles centenarios. Caminos sinuosos, que siguen las curvas del terreno, que bordean valles y ascienden serpenteando por la ladera de las montañas. Viaja a un pasado donde el agua se bebe fresca, filtrada entre las rocas. A un pasado donde el tiempo lo marca la luz del sol. Donde los animales levantan las cabezas de los pastos durante unos segundos para verte pasar, tranquilos. Súbete a tu máquina del tiempo y siente cómo el pasado te habla con todas sus cuestas arriba y cuestas abajo.
Tienes una máquina del tiempo. Úsala y viaja a un futuro donde la gasolina es tan sólo un recuerdo ridículo de la estupidez de tus antepasados. Es un futuro de ciudades verdes, de cielos limpios, de conversaciones que se escuchan ahora que no hay ruidos de motores. Es un futuro en el que los días de frío hace falta abrigarse de verdad y donde la lluvia moja, sí, pero ¿qué hay de malo en eso? ¿Qué hay de malo en recordar que nosotros y los elementos somos parte de este planeta? ¿Qué hay de malo en esa convivencia? ¿Qué hay de malo en resfriarte alguna vez en invierno o en tener que abrirte el maillot en verano? Coge ya tu máquina del tiempo y viaja a un futuro donde todavía podrás parar en cada estación.
Y ahora viene lo importante. Escúchame. Tu máquina del tiempo no una de esas que salen en las películas ni en los libros de ciencia ficción. Tu máquina del tiempo no es un reloj de arena al que hay que darle vueltas, ni funciona con plutonio robado a terroristas libios. No. Si para algo has de usar tu máquina del tiempo es para anclarte al presente.
Piérdete por una carretera de montaña sin saber a dónde vas o cuándo vas a llegar. Apaga el Strava y concéntrate en cada pedalada, nada más. Por tu bien y porque así es como funciona esta máquina del tiempo. Porque si imaginas lo que te va a costar subir ese puerto de montaña, jamás lo subirás. Si bajas con miedo a caer, te caerás. Suelta el freno y disfruta de la velocidad.
Ama tu máquina del tiempo y amarás el presente. Escúchala. Atiende, te dice: cuando necesites distraerte del dolor en las piernas, mira a tu alrededor, al cielo azul, a las nubes grises que se ciernen sobre el horizonte, oye los pájaros piar, animándote, y respira el aire de los mismos árboles que te dan sombra. Siente cada ondulación del terreno del mismo modo que sientes el sudor mojando tu piel, porque ahora es parte tuya y tú eres parte de él. Eres parte de la Tierra.
Tu máquina del tiempo no funciona como tú crees que lo hace. No usas la energía de tus músculos para moverte. En realidad la usas para permanecer en el presente. Para que cada segundo que pasas en tu máquina del tiempo cuente ahora y nada más. Para que la próxima vez que te subas a ella hayas olvidado lo mucho que has sufrido en aquella rampa infernal, sin más piñones que usar, apenas avanzando, retorciéndote sobre el manillar, maldiciendo el momento en el que decidiste tomar aquel desvío que tan buena pinta tenía, lamentando ser esclavo de la belleza, del asfalto agrietado y las calzadas estrechas sin pintar. Tu máquina del tiempo te ayuda a olvidar y te impulsa a explorar todos esos caminos. Con esta máquina del tiempo los días se viven de verdad.
Tienes una máquina del tiempo. Úsala ya.

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