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viernes, 2 de agosto de 2013

La biblia. Génesis. Parte 1.

Día 1. Nazco. No es exactamente un nacimiento, más bien una creación espontánea. Antes no había nada, ahora haigo yo. Mi castellano es algo rudimentario, pues quedan millones de años, o miles, hasta que se invente. Decido llamarme Dios, acrónimo de "Debería Intentar Oír el Silencio", una frase de mi canción favorita en el futuro, cuando se invente la música. 
 
Día 1. No existen los días, pues no existe una Tierra que rote periódicamente sobre su eje, por lo que este diario es bastante confuso. Tendré que crearla, pues. 
 
Día 1. Mi primer intento de crear la Tierra no ha salido como esperaba. Me ha quedado demasiado grande y terriblemente gaseosa. La voy a poner aquí, algo alejada del Sol. Había creado el Sol antes, claro está, porque todo estaba muy oscuro y frío.
 
Día 1. Este nuevo planeta, que tampoco va a ser la Tierra, me ha salido algo más pequeño que el otro, pero igualmente gaseoso. Ni con un aro alrededor me ha convencido para crear la vida en él.
 
Día 1. Otros dos a la basura. A la basura no, pero los he mandado aún más lejos del sol. Son azules, bastante bonitos, pero les falta contundencia. Voy a hacerlos con roca. 
 
Día 1. Buah, menuda puta mierda acabo de hacer. Este para el fondo, ni planeta debería llamarse. 
 
Día 1. Debería descansar. 
 
Día 1. Uno que no me había salido mal, pequeñito y acogedor, lo he puesto demasiado cerca del sol y como que no funciona. Otro bastante mono, rojizo él, creo que lo he dejado demasiado lejos, pero podría servir. 
 
Día 1. Ahora sí. He hecho dos practicamente iguales. Ya le he cogido el tranquillo. Los voy a llamar Tierra 1 y Tierra 2. Que cada uno gire para un lado, pero que el Tierra 1, el más cercano al sol, lo haga mucho más despacio que el 2. Voy a volver a descansar. Mañana, ahora que ya existe, sigo.

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