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Violators will be prosecuted. Enjoy!

miércoles, 16 de octubre de 2013

16 de octubre (otra vez).

Al entrar en su habitación me di cuenta de que algo no iba bien. ¿Qué era eso que se veía con total claridad? ¡El suelo! La luz otoñal que se colaba por la ventana podía por fin completar su recorrido sin verse interrumpida por capas y capas de ropa, tanto sucia como limpia como snif snif, meh, aún vale. 
            Ya en el pasillo, y una vez hube cerrado la puerta con el extraño pomo que funcionaba desde no se sabe cuantos siglos de manera inversa a la estándar, intenté encontrar pistas que me dijeran qué estaba pasando ahí. Silencio. Total y absoluto silencio. Y de repente…
     La puerta. No están llamando, es otra cosa. Arañazos. Me aproximo lentamente, pues no me quiero cansar. Apoyo mi mano de abrir puertas en el chisme de abrir puertas, ejerciendo la acción de abrir puertas para, finalmente, abrir la puerta. Del otro lado, una bestia salvaje se me abalanza con sus fieras garras y sus temibles colmillos. ¡Es Luíña!

     -Lúa, ¿qué está pasando aquí?

     Obtengo por respuesta su cuerpo sobre mis pies, boca arriba, rodando y rodando.

     -¿Aún no sabes hablar?
     -No.
     -Vaya por dios… ¿Y Fiona? ¿Dónde está Fiona, Lúi?
     -Sígame por aquí, perro de dos patas.

     Salimos al mundo exterior, en el que el cielo, siempre gris o azul o negro, es visible sobre nuestras cabezas. Ahí encontramos a Fiona. Siempre majestuosa, elegante y con cara de papona.

     -Fío, ¿qué está pasando?
     -Estoy amasando.
     -¿Desde cuándo?
     -Miau.

     Otro callejón sin salida. Otra ventana sin cristal. Una última bala. Bajo las escaleras, salto la verja verde que alcanza en su punto más alto los 30 centímetros de altura. La exuberante naturaleza del jardín de abajo me abruma. Veo a Manolito correteando con gracilidad, desnudo, liberado de su armadura, fumando un cigarro, pero él no es mi objetivo.
     Rodilla al suelo, mano en la tierra que hace menos de un año fue excavada.
    
     -¿Qué está pasando?

     Espero la respuesta, que no tarda en llegar desde abajo, desde muy arriba.

     -Ya no está.
     -¿A qué te refieres? ¿Ya no está como tú?
     -No, justo lo contrario. Yo no estoy en este mundo pero sí en esta casa. Ella al revés.
     -¿Dónde?

El sol, saliendo por el mar y poniéndose por la tierra, ilumina y calienta unas calles repletas de mezcla. De espaldas a los coches, ella lee un cartel en una lengua que todavía no domina. Pollastre. Y se ríe. 

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