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jueves, 17 de enero de 2013

Cuba (Parte Vpalo)

La visita a la ciudad que hicimos por la tarde no estuvo mal. Fuimos al hotel donde se solía alojar Hemingway. No nos lo explicaron, pero debe ser que en ese momento o bien no estaba en la isla o había cambiado de costumbres. M había acordado la noche anterior encontrarse con la contacto, llamémosle P (de puta), en el mismo hotel. El agente T se encargó de distraer a los posibles curiosos interpretando una cautivadora sonata en el piano que había allí en el recibidor, momento en el que P le entregó la documentación necesaria a M. Le pudimos echar un vistazo en la propia azotea del hotel mientras tomábamos un (sorpresa) mojito. Se trataba de un mapa en el que estaban marcadas las localizaciones más probables donde podría estar nuestro objetivo.

Hasta la mañana siguiente no podíamos comenzar las pesquisas así que optamos por divertirnos esa noche. Decidimos quedarnos en la discoteca del hotel. La velada la amenizó el Huecco cubano. Alfonso X el sabio o algo así se llamaba. Hijo de un ministro de allí de Cuba. Qué más da.  Nos retiramos a nuestros aposentos a altas horas de la madrugada después de ver como se divertía la muchachada cubana un viernes noche.
Habiendo dormido menos de cuatro horas, el agente M y yo mismo en persona fuimos los primeros en salir a investigar al día siguiente. De nuevo fingiendo ser unos simples turistas teníamos que comprobar cada una de las casas marcadas en el mapa. Por supuesto no teníamos que hacerlo todo nosotros. Nuestros camaradas compañeros formaron también varios grupos y se encargarían de otras zonas de la ciudad, pero como no estaba con ellos no sé lo que hicieron. Encontrar no encontraron lo que estábamos buscando, eso ya os lo digo ahora.
Nosotros, agentes hábiles y entrenados, encaminamos nuestros pasos hacia una plaza que habíamos visto la tarde anterior. Allí se encontraba un edificio con algo que nos podía ser muy útil en su azotea: la cámara oscura. ¿Qué es la cámara oscura? Oh, cuéntanos, maestro. Ilústranos con tu sabiduría. Era una cosa bastante guay, como una especie de periscopio. Tu te encontrabas en una habitación totalmente a oscuras con una especie de mesa redonda en el medio, un poco cóncava. A través del periscopio entraba la luz y sobre la pantalla, que venía siendo la mesa, se proyectaban las imágenes captadas por la lente exterior. Como si hubiera una cámara de vídeo giratoria allá arriba y vieras la imagen en una tele, sólo que el funcionamiento de ésto era exclusivamente con lentes. Prácticamente sólo se veían azoteas, pero tampoco necesitábamos más para saber si cierta casa o edificio era el que estábamos buscando. Por desgracia los tres puntos del mapa que podíamos ver desde ahí no cumplían las características necesarias. Nos quedaban otros ocho lugares por comprobar, algunos bastante alejados. Quién no tiene cabeza tiene piernas, se suele decir. Así que inversamente a este dicho nos pusimos a pensar para intentar descartar los máximos emplazamientos posibles. Optamos por documentarnos un poco. ¡Al museo de la Revolusión! ¡Rápido!

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