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miércoles, 16 de enero de 2013

Cuba (Parte B)

La prostitutriz estuvo hablando largo y tendido con nuestro compañero, llamémosle por su nombre en clave, M. Los demás disfrutábamos de copas baratas y disimulábamos lo mejor que podíamos. Ya llevábamos más de 24 horas sin pegar ojo, así que decidimos volver al hotel. Nos agenciamos otro par de taxis ilegales de esos que tanto usaríamos en nuestra estancia en Cuba. Un taxi ilegal es un coche. Hay una persona dentro que se ofrece a llevarte de un punto A a otro punto B. No tienen taxímetro, el precio se negocia antes. Los coches cubanos son de cinco o seis plazas, así que tienen capacidad para seis o siete pasajeros. Los taxeros de esa noche eran amigos, así que decidieron hacer la típica carrera tras arrancada en semáforo. Nuestro coche perdió. Lógico, ya que como nos informó nuestro piloto el otro vehículo disponía de óxido nitroso. Llegamos sanos, salvos y muertos de sueño al hotel. 
El día siguiente nos deparaba en principio emociones más bien blanditas. Teníamos toda la tarde planificada con una visita guiada por La Habana acabando con una cena en el restaurante más mítico de la ciudad. Por la mañana decidimos dar una vuelta en carruaje, porque somos así de señoritos. 
Los carruajes no son más que unos carromatos tirados por unos animales llamados caballos que hacen toc toc toc al caminar, como si llevaran tacones. No van a gasolina. Bueno, puedes echársela si quieres ir en la llama. Mira, si no te gustan mis chistes no leas. 
Lo que parecía un rutinario ejercicio de turismeo para ir entrenando nuestra capacidad de interpretación acabó resultando muchísimo más interesante. El agente R, sentado al lado del carruajero, hacía las típicas preguntas de turista. El cubano le respondía alegremente, indicando la función de los diferentes edificios que íbamos dejando atrás, o a quién pertenecían las más lujosas (en escala cubana) mansiones. R cometió la torpeza de preguntar por el lugar de residencia de Fidel Castro (ahora ya sé que se llama así, y no Castor). ¡Qué insensato! Los nervios se me pasaron cuando el cubano respondió alegremente que "la gente, por seguridad, no sabe donde vive Fidel. Pero yo sí." Crucé una mirada de incredulidad con el agente R. Ese hombre no tenía ni idea de lo que decía. ¿O igual sí? Lo investigaríamos más adelante. No podíamos seguir indagando ahí o resultaría sospechoso. 
Ahora voy a realizar una queja dirigida a las SSA. Vale que teníamos que hacernos pasar por estudiantes y todo el mundo sabe que su nivel adquisitivo no es el más elevado del mundo, pero joder, menuda mierda de hotel que nos disteis. No digo que nos alojarais en el Hotel Nacional, que fue donde nos dejaron los carricoches esos. Eso igual era pasarse. Pero uno un poco más céntrico y con unos ascensores que funcionasen bien (ya llegaré a eso) no estaría mal. Cutres... Quizás si lo hubierais hecho la misión habría salido algo mejor... 

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