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jueves, 17 de enero de 2013

Cuba (Parte VII)

El museo de la Revolución era lo que su propio nombre indica: un museo sobre la Revolución llevada a cabo por la gente esta. Os conté la historia de este islote hasta que echaron a los españoles. Después de eso pasaron cosas. Vaya si pasaron...

...pero no las recuerdo.
Mira, entráis en la wikipedia o viajáis al propio museo y os enteráis vosotros mismos. Yo no tengo por que perder el tiempo explicandoós todo bien masticadito y en paquetes brillantes con vuestro nombre y una línea de puntos que ponga "abrir por aquí". Lo importante es que encontramos las pistas necesarias para reducir a dos únicos sitios los posibles emplazamientos de lo que estábamos buscando, que aún no sabéis lo que es pero yo sí. 
Ese día comimos pollo. También nos ofrecieron habanos de contrabando en un domicilio particular y descubrimos que los cubanos ya desde niños juegan bien al voleyball. 
Con respecto a los dos sitios, uno quedaba bastante lejos y no nos apetecía ir. El otro sólo se podía ir de noche, así que aprovechamos el resto de la tarde para hacer compras y encontrarnos con el resto de nuestros "colegas de clase" por ahí en medio de La Habana. Ellos no sólo habían fracasado estrepitosamente en su búsqueda mientras que nosotros habíamos tenido un éxito brutal, sino que haciendo gala de una profesionalidad rozando lo amateur se habían dedicado a ejercer de turistas y punto, sin investigar una puta mierda. La vida de un agente de las SSA es dura y ellos decidieron coger el camino fácil y conformarse con ser estudiantes de ingeniería de caminos. Les pusimos al corriente de lo descubierto y acordamos el plan de acción para la noche. Cenamos langosta en un paladar, que viene a ser como un furancho más o menos. Es una casa particular con gente y todo a la que entras y te sientas a la mesa y te dan de comer como si fuera un restaurante pero más barato. 
La noche prometía ser oscura debido a que la noche es oscura por lo de que no está el sol brillando en lo alto del cielo. Prometía ser cálida también porque lo era. Nuestro objetivo se encontraba en lo alto del más alto edificio. Las crípticas palabras que habíamos descubierto en el museo decían lo siguiente:
"Las estrellas os guiarán"
¿Pero cómo dentro de un edificio con techo normal y corriente podían las estrellas hacer cosa tal? Aquí el maestro de la sutileza que soy yo os lo explica. Porque el techo de ese edificio, que en su última planta alberga una discoteca... ¡se abre! 
Esto os lo resumo. Tuvimos que pagar un montonazo de dinero para poder acceder a la discoteca. Esperamos a que el techo nos mostrara las estrellas y éstas el camino hacia nuestro objetivo, pero allí no había nada. Lo del techo fue decepcionante y las copas carísimas, así que ni quince minutos estuvimos ahí. Por lo menos ya sabíamos con certeza a dónde teníamos que ir. Sólo que no lo hicimos porque era nuestra última noche en La Habana y queríamos aprovecharla a tope. 

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