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Violators will be prosecuted. Enjoy!

domingo, 6 de abril de 2014

Muerte por Newton

Pase lo que pase no mires abajo. Es lo único que me viene a la cabeza, además de toda esta sangre. Me caías mejor cuando fluías uniformemente por todo mi cuerpo, sangre. Pero claro, tuviste que venir a joderme el cerebro acumulándote aquí como un grupo de señoras cuando habilitan una nueva caja en el super. ¿Quién te envía, maldita sea? ¿Eres tú, gravedad? Claro que sí, quién si no... La maldita y estúpida gravedad. La misma que quiere matarme acelerando mi cuerpo hacia el suelo. El duro, duro suelo suspendido sobre mi cabeza. Dios, creo que me estoy mareando. Ni siquiera recuerdo por qué estoy aquí. 

-Por última vez, ¿dónde está el dinero?

Ah, sí, por eso... 

Hace dos horas no era más que un pobre tío que acababa de robar una pequeña fortuna del maletín de un hombre muerto. Y ahora aquí estoy, colgando del balcón de la última planta de este hotel. Mi vida está en las fuertes manos cerradas sobre mis tobillos del hombre que me interroga. Seguramente sea un esbirro del hombre aquel al que maté, el del maletín cargado de dinero de hace un par de horas. La de vueltas que da la vida... 

-Mira, ya te lo dije antes: no tengo el dinero- consigo pronunciar. 

-¿Quién lo tiene?

-Lo gasté. 

-¿Todo? 

Asiento. O lo haría si no estuviera colgado boca abajo. 

-Todo. 

-Entonces no me sirves de nada vivo -dice mientras abre su mano izquierda. Veo bailar el suelo sobre mí. 

-¡No, espera! Si me matas no podrás recuperar tu dinero.

-No es mi dinero. Es el dinero del jefe. Además, ¿no lo habías gastado todo? - me pregunta mientras afloja la presión sobre mi tobillo. 

-Era broma. Aún lo tengo -miento-. ¿Tu jefe no está muerto? Pregunto, vamos. Yo no lo sé. 

-Ahora hay otro jefe. Uno que te da las gracias por librarte del antiguo jefe pero que de todas formas quiere su dinero de vuelta. 

-Oye, ¿no te cansas de sujetarme así con una mano? ¿Por qué no me subes y hablamos tranquilamente ahí arriba? 

-Dime primero dónde está el dinero y entonces te subo. -Ya, claro... Este tipo se cree que nací ayer, cosa que no es cierta. No soy un bebé. Lo fui, claro que sí, pero eso no tiene por qué saberlo. Soy un hombre astuto capaz de darse cuenta de que en cuanto le diga dónde está el dinero me depositará tiernamente sobre el asfalto o contra lo que sea que mi cuerpo se encuentre allá abajo, en la calle. 

-Lo tengo aquí. 

-Mientes. -Sí, claro que miento, pero él no tiene por qué saberlo. En eso se basan las mentiras, ¿no? 

-No, no miento. ¿Tengo pinta de ser el clase de tipo que miente cuando su vida depende de lo que diga? ¡Claro que no! Súbeme y coge tu maldito dinero. Está todo aquí, dentro de mis pantalones. 

-Podría subirte...O puedo soltarte y recogerlo abajo en la calle. 

-¡No, claro que no puedes! Es la idea más estúpida que he oído nunca. "Voy a matar a un hombre lanzándolo desde el piso sabedioscuanto de un céntrico hotel, llegar unos minutos después abajo, abrirme paso entre los curiosos y probablemente la policía, agacharme junto al destrozado cadáver, bajarle los pantalones y recoger un montón de billetes ensangrentados, llenos de carne humana, huesos y otras porquerías". 

Me parece que se está pensando lo de subirme, aunque no le veo la cara. A estas alturas ya no veo nada. Estar colgado boca abajo ya es bastante duro, pero es que tener que discutir con este tío me deja sin aliento... Súbeme, le grito. Bueno, lo pienso. Ya no me queda aire para decirlo en voz alta. Pero aún así me sube. Mira que bien. Igual es telépata. O lo soy yo. No sé muy bien quien se lleva el mérito en un caso como este. ¿Es él quién me lee la mente, o soy yo el que consigo meter mis palabras en su cabeza? Da igual. Dejaré la telepatía para otro momento. Ahora mismo, tumbado boca arriba sobre el suelo de baldosas del balcón, tengo cosas más importantes de las que ocuparme. Como del tío de casi dos metros que empieza a desabrocharme los pantalones. 

-Vaya, qué directo... ¿No me vas a dar un besito al menos? 

-Cállate. 

-Sólo quiero que sepas que, bueno, mi sangre está volviendo lentamente desde mi cabeza ahora mismo, así que igual tardo un poquito en... ya sabes... estar operativo. 

-¿Sabes que no necesito que estés vivo para quitarte los pantalones? 

-¿Sabes que no necesitas quitarme los pantalones? -digo cuando comienza a tirar de ellos. -No tengo el dinero, lo gasté -le confieso. 

¿Por qué lo hago? Bueno, en dos segundos iba a averiguarlo por él mismo en cuanto me bajara los pantalones hasta los tobillos, y llegado ese momento me iba a resultar más complicado hacer esto

¡Premio! Mi pierna alcanza tal velocidad que su movimiento pasa inadvertido al ojo humano. Gracias a dios hoy en día disponemos de la tecnología necesaria para que este épico momento sea apreciado en toda su magnitudAños y años jugando al fútbol por fin me han servido para algo. Como decía mi padre: "Con potencia y precisión puedes romper el cascarón". 

Aunque ahora que el tío se retuerce de dolor siento lástima por él. Que se joda: no hubiera querido matarme. Eso es lo que le pasa a la gente que quiere recuperar el dinero que yo les he robado. No, pero en serio, algo de lástima sí que siento por sus futuros hijos, los cuales nunca podrán nacer. O por sus hijos de ahora, si es que tiene, que acaban de perder a su padre por culpa de la maldita gravedad. 

jueves, 3 de abril de 2014

Regreso al medievo (y III)

Diez arcos, con sus diez flechas, se curvaron arrancando un quejido a la madera, un aviso de lo que estaba por llegar, del acorde final de nuestras vidas. En cuanto Phoid bajara la mano... 

-¡Un momento! -gritó el Caballero de los Calzones Largos, dando un paso adelante. 

El movimiento del esbelto mozo asustó al arquero que le estaba apuntando. Sus dedos resbalaron y una flecha surcó el aire, cortando la respiración de todos los allí presentes. Un débil "oh" de sorpresa se le escapó entre los labios al Caballero de los Calzones Largos, y con él su vida. Las largas pestañas por las que era conocido el valiente caballero, además de por sus calzones, no pudieron evitar que el acero atravesara su ojo y se abriera camino por su cerebro, alojándose en él. 

El grito de la Chica Doble, su Chica Doble, fue desgarrador. 

-Serás idiota... -le dijo Phoid al arquero que acababa de matar al Caballero de los Calzones Largos-. Tenías que quitarle el ojo, no matarlo. 

-Pero es que es imposible hacerlo con un flechazo -protestó el asesino. 

-Les estábamos apuntando para que no se movieran, para que no escaparan. Los ojos se los íbamos a sacar con eso -dijo señalando al extraño artilugio que sujetaba uno de los hombres de Lord Zoo. Parecía una lanza. La lanza más larga que ninguno de nosotros hubiera visto nunca. Medía cerca de quince metros. En la punta brillaba un trozo de acero que recordaba vagamente a una cuchara.- Erldor, demuéstrale a nuestro "Dedosrápidos" como funciona-ordenó Phoid al hombre que manejaba el palo-cuchara. 

-¡No! -gritó Dedosrápidos mientras varios hombres le sujetaban-. ¡No, por favor! -gritó mientras Erldor levantaba el palo-cuchara y lo acercaba más y más al único ojo que le quedaba. Nosotros mirábamos atónitos la escena, rodeando el cadáver de nuestro amigo. Erldor, una vez se aseguró de haber apuntado bien, lanzó una rápida estocada acompañada de un ligero giro de muñeca. La cuchara se hundió en el aire, a dos metros de distancia de su objetivo. 

-¿Que mierda haces? -gritó Phoid. 

-No es fácil calcular la profundidad con un sólo ojo- protestó Elrdor mientras daba un par de pasos adelante. 

La segunda vez no falló. El ojo abandonó la cuenca haciendo "pop". No "pop" exactamente. El ruido fue más bien como cuando te metes un dedo en la boca y lo sacas haciendo vibrar la cara interna de tu mejilla. Ya sabéis lo que digo. O más exactamente aún, el ruido fue como cuando sacas un ojo con una cuchara. 

Ese ruido pareció ser el sonido que estábamos esperando para atacar. Sin hablar entre nosotros, nos lanzamos hacia nuestros captores blandiendo nuestras espadas. Los muy inútiles no nos las habían quitado. Tampoco es que les hiciera falta hacerlo, controlándonos a distancia con sus arcos como estaban haciendo. Pero los arqueros habían bajado la guardia momentáneamente para contemplar el espectáculo del palo-cuchara. Fue lo último que vieron. Antes de que el ojo tocara el suelo, los nueve arqueros estaban muertos. Cuando el globo ocular dejó de rodar varias decenas de los hombres de Lord Zoo yacían sin vida, junto con las Chicas Dobles y Ser Osea. La Chica Doble amante del Caballero de los Calzones Largos había matado ella sola a más de veinte hombres antes de que una espada le arrancara la cabeza. 

Tras el factor sorpresa la balanza se inclinó hacia su lado. Ellos eran casi un centenar, muchos de ellos a caballo; nosotros sólo seis: Ser Sutil, Ser Hio, Lady Cerral, Ser Roble, la Mujer de Fuego y yo. Pronto nos vimos completamente rodeados. Formábamos un apretado círculo, hombro con hombro, en posición defensiva. 

-Haz algo -le susurré a la Mujer de Fuego, a mi derecha. 

-¿El qué? Son demasiados -me respondió entre dientes. 

-Entretenlos un poco. 

-¿Para qué? ¿Tienes un plan? -Miró por encima de su hombro para estudiar la situación.- ¿Dónde está...? 

-Llegando. Pero necesitamos tiempo, Mujer de Fuego. 

Asintió. Envainó su espada y se quitó la capucha de su capa azul celeste, desvelando una gran mata de pelo rizado, negro como el carbón. Los hombres de su lado ya comenzaban a acercarse, percibiendo un punto débil en nuestro compacto y reducido grupo, sólo para retroceder aterrorizados segundos después en cuanto la chica agitó su larga cabellera y ésta estalló en llamas. Su piel, antes demasiado pálida para su oscuro pelo, brillaba con tonos anaranjados y rojizos, reflejando las llamas que envolvían cada uno de su cabellos. 

La sorpresa duró poco, pero fue suficiente. Sus líneas volvían a cerrarse sobre nosotros, paso a paso. Toc, toc, toc. Tocotoc, tocotoc. Tres pasos más: toc, toc, toc. Tocotoc, tocotoc. Otros tres (toc, toc, toc) y ya estaban de nuevo donde antes del truco del fuego. Se detuvieron ahí y adoptaron posiciones de ataque. Tocotoc, tocotoc. Esta vez el sonido llegó más claramente. Tocotoc, tocotoc. Las cabezas de los hombres situados en el exterior del círculo empezaron a volverse. Tocotoc, tocotoc. El sonido venía del este. Las preguntas volaban entre los hombres de Lord Zoo. ¿Qué pasa? ¿Quién es? Yo lo sabía. 

-Es la Dama de la Armadura Florida -les dije sonriendo.- Viene en su caballito de palo. 

Desde lo alto de la colina la vimos aparecer. Tocotoc, tocotoc. Los hombres que nos tenían vigilados no sabían qué hacer. El primero que se giró para centrarse en la aparecida Dama recibió una rápida estocada de Lady Cerral, que en un visto y no visto volvió a su posición defensiva. La Dama de la Armadura Florida detuvo su caballito de palo e hizo sonar su cuerno. El suelo comenzó a temblar. Primero vimos la polvareda. Luego a él. Y después a ellos. 

Las líneas enemigas eran puro caos. Ya nadie se acordaba de nosotros. Unos iban ya hacia la Dama de la Armadura Florida, que les esperaba haciendo bailar a su caballito de palo. Otros salían al encuentro de Lord Gamusino y su manada. Cientos de los compactos y fieros animales corrían delante del Lord al que debían el nombre y la vida. El choque con los hombres de Lord Zoo fue brutal. La primera línea de los gamusinos sufrió el acero de los entrenados caballeros. La segunda oleada pereció bajo los cascos de los caballos. La tercera llegó a probar la sangre humana. Las armaduras de acero no eran rival para las garras, dientes, picos y aguijones de los animales. Los pocos hombres que consiguieron huir de la carnicería cayeron de lleno sobre nuestras espadas. Sólo Phoid puso algo de resistencia, llevándose consigo la vida de Ser Roble. A pocos metros, el caballito de palo danzaba sobre los cadáveres de los pocos hombres que habían querido atacar a la Dama de la Aramadura Florida, a los que había arrollado. 

Los supervivientes nos reunimos mientras los gamusinos se alimentaban de los cadáveres que poblaban la colina. Sólo la Dama de la Armadura Florida y Lord Gamusino estaban ilesos. La Mujer de Fuego, que volvía a tener el pelo negro, había recibido un pequeño corte en un brazo. Lady Cerral cojeaba ligeramente. Ser Sutil había perdido una mano y sangraba abundantemente, pero seguía con vida. Ser Hio tenía una flecha clavada en el hombro. No parecía haberse dado cuenta. Yo había recibido un corte en la cabeza y la sangre me corría por el rostro. No habíamos intercambiado ni una palabra cuando vimos abrirse las puertas del castillo de Lord Zoo. Al menos otro centenar de caballeros le seguían. Y sus animales, sus exóticos animales. 

Cuando llegaron hasta nosotros ya estábamos preparados para una nueva batalla. Los gamusinos gruñían y enseñaban los dientes, pero en sus ojos se veía el miedo a las extrañas bestias que les hacían frente. La Dama de la Armadura Florida seguía subida a su caballito de palo, pero ya no sonreía, y su montura ya no bailaba. Ser Sutil ya no respiraba. 

Si teníamos alguna esperanza, la aparición de Lord Zoo a lomos de su elefante la aplastó, como aplastó a los gamusinos que se lanzaron hacia el gigantesco animal. Sus caballeros se lanzaron hacia nosotros. Yo sólo los oí. Mi atención estaba puesta en el cielo. 

No recuerdo por qué alcé mi vista. Puede que fuera la repentina sombra que oscureció el campo de batalla. Quizás fuera el rugido que desgarró el aire.  

-Son as nove -anunció Ser Hio, sin necesidad de comprobar el vello de su muñeca. 

El olor a carne quemada lo inundó todo. Jamás hubo cosa tan dulce. Los desgarradores gritos de nuestros enemigos se mezclaban con nuestra risa de puro alivio, y sonaba a música celestial en nuestros oídos. Las llamas lo cubrían todo. El dragón se alejaba ya, pero las llamas seguían devorando a hombres y bestias por igual, derritiendo armaduras, haciendo huir a Lord Zoo y su invencible montura. 

Pero las llamas le alcanzaron. Saltaron de árbol en árbol y le cortaron el paso a escasos metros de las puertas de su castillo, de la seguridad de sus murallas. El elefante giró sobre sí mismo y las llamas le rodearon. No había escapatoria. Las llamas hicieron retroceder a hombre y animal, guiándolos de nuevo al pie de la colina, hacia nosotros. El calor se hizo asfixiante. El humo comenzaba a llenar mis pulmones. El fuego pareció debilitarse durante un momento y pude ver a Lord Zoo muerto de miedo. Y antes de desmayarme la vi a ella, cabalgando las llamas, cargando contra el elefante, salvándonos. 




EPÍLOGO

Un año antes

La comida había sido excelente y la bebida abundante. Lady Aural acababa de anunciar su viaje allén de mar. Partiría ese mismo verano y nadie sabía entonces cuando regresaría. Lady Cerral se sentó al lado del Caballero de los Calzones largos, sentado a mi lado. 

-Pregúntale por qué le llaman así- le sugerí a Lady Cerral. 

-Porque ten os calzóns largos, ¿non? -contestó la bella dama. 

-Tú pregúntale -insistí. El Caballero de los Calzones Largos sonreía. 

-A ver... ¿Por qué te chaman Caballero de los Calzones Largos? 

-Por mis calzones -respondió el hombre. 

-¿Ves? Xa sabía eu...

-Ch, ch, ch -le silenció el caballero poniendo uno de sus largos dedos sobre los labios de Lady Cerral-, déjame terminar. Me llaman el Caballero de los Calzones Largos por mis calzones largos, que han de ser así para ocultar mis colgantes testículos. 


FIN

Han llegado hasta mis oídos rumores que dicen que muchos de vosotros pensáis que esta épica historia no llegó a suceder jamás. Hay quien dice que es una versión adulterada de un simple viaje al aeropuerto para recibir a una amiga que llevaba unos meses estudiando fuera. 

Bien, para salvaguardar la memoria de mis amigos muertos en la aventura que os acabo de narrar, no me queda otra que desmentir esos viles rumores aportando pruebas irrefutables de lo que pasó fue lo que acabáis de leer. 

Puente medieval, o como nosotros lo llamamos, puente. 

Lady Aural anunciando su viaje transoceánico. "La pampa", fueron sus palabras.

El Bufón de Mallón y Lord Cálices, ausentes en la historia. Ser Osea, Ser Roble y Ser Sutil, un año antes de morir en el combate de A Madroa. Lady Cerral, sonriente, intuyendo quizás que ella viviría. 



"...colgantes testículos". RIP Caballero de los Calzones Largos y Chica Doble. 
Estos vivieron. Cuando la Mujer de Fuego enciende su pelo crea singularidades en el continuo espacio-tiempo. Los modernos ropajes de Ser Hio se deben a eso. 

Mi gran maestría manejando armas permitió que viviera para contar esta aventura en la que murió bastante gente, la verdad...

Días antes de los acontecimientos aquí narrados, Ser Hio, Ser Sutil, el Caballero de los Calzones Largos, la Dama de la Armadura Florida y un humilde servidor bebíamos juntos, sin saberlo, por última vez. El resto de gente también murió de gripe o peste tiempo después. 

Lady Aural en la majestuosa ciudad de Macchu Picchu, capital de la avanzadísima civilización Inca, tras haber completado el entrenamiento necesario para cabalgar las llamas. Los supervivientes le debemos nuestra vida, si bien es cierto que fue por su culpa por la que murió toda esta gente. Si hubiera llegado en el dragón en el que tenía que llegar...