Welcome!

Violators will be prosecuted. Enjoy!

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Azar


-¿En qué mano está la pelotita?
-Izquierda.
-¿No prefieres pensarlo un poco más antes de dar la respuesta definitiva?
-¿Por qué iba a hacerlo? No es algo que pueda razonar hasta dar con la solución acertada. Es puro azar. La izquierda.
-Tu vida depende de que estés en lo cierto, ¿lo sabes, verdad?
-Sí, te entendí la primera vez que me lo dijiste. Si acierto vivo. Si fallo muero. Te estrujaste los sesos redactando las reglas, ¿eh?
-¿No estás nervioso?

domingo, 16 de diciembre de 2012

El sueño.


Desde la calle le llegó el ruido de un accidente. Se asomó a la ventana de su despacho. Entre la lluvia distinguió dos coches totalmente destrozados. Se le pasó por la cabeza llamar a emergencias pero enseguida vio que una multitud se arremolinaba alrededor de los vehículos y que entre ellos había un agente de policía. Decidió volver a su mesa. Tenía mucho trabajo por delante. El caso se le resistía desde no sabía cuando y necesitaba resolverlo cuanto antes. Repasó las fotografías una y otra vez. Comprobó sus apuntes exhaustivamente. Ya en su casa, sentado en el sofá, se quedó dormido.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Cuento de navidad (la sopa)


Esta historia tiene lugar en un sitio. No ocurre en navidad, pero como las tiendas están todas decoradas navideñamente y hace frío vamos a suponer que estamos en esas fechas tan señaladas. No es una historia alegre ni fácil de contar. No es el típico cuento con final feliz ni con animales parlantes. No hay dibujos. Hay dos muertes, un accidente de tráfico, varios hurtos en el Corte Inglés y sopa. El protagonista es el destino. 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 20.


Final.

Llegó el momento de entregar los sobres con la respuesta al acertijo que nos había propuesto desde el más allá Sir Alex McAlistair. Avanzo hasta ese momento porque como ya os he contado yo descubrí quién era el asesino del abuelo de Eve nada más comenzar la noche. Lo que hicieron el resto de familiares para averiguarlo debería traeros sin cuidado. Sí os diré que Eve y yo aprovechamos para echar una cabezadita en su antigua habitación. Bueno, puede que algunas relaciones sexuales fueran mantenidas a lo largo de la noche, if you know what I mean. Ejem, ejem, coito.

Humano. Capítulo 19.


El asesinato de Alex McAlistair

No sabía cómo iba a hacer para entrar ahí. El sitio era una auténtica fortaleza. Totalmente rodeado de soldados y perros de paisano. Mi mente se puso a trabajar intentando encontrar una manera para llegar hasta la Reina. Y la encontré.
            -¡Aquí estoy! –dije mientras me levantaba tirando el arma.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 18.


Hércules Poirot y el cáliz de fuego

Atravesé un parque. Al principio sólo me encontré trincheras abandonadas, pero conforme avanzaba una sensación se apoderaba de mí. Escuché un ruido y me metí en una de las muchas zanjas que había diseminadas por la zona. Una pequeña tropa pasó a pocos metros de mí. Cuando se fueron les seguí a cierta distancia hasta prácticamente el final de la zona arbolada. Había un auténtico ejército reunificándose en el exterior de un gran edificio. Alcé mi vista y confirmé lo que suponía. La Union Jack estaba izada. La Reina estaba en el palacio.

Humano. Capítulo 17


Titanic: la película basada en el barco

Reconocí a lo lejos la silueta de un edificio. ¡Ya sabía dónde estaba! La ciudad del viento: Roma. La torre Eiffel inconfundible al fondo, dando vueltas sin parar. Crucé el río por un puente desierto, cubierto de sacos de arena. “Thames”. Mi corazón me decía que me estaba acercando.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 16.


No dudaría, no dudaría ni una hoda

Un tiro a la cabeza y el enemigo cayó redondo. Por causas médicas que desconozco fui incapaz de sonsacarle información. Quizás fuera el idioma. Yo en inglés me defiendo, pero es que ese bloody accent, como dicen aquí, no soy capaz de captarlo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 15.


Coherencia se escribe con teclado de portátil

No me encontré con nadie en todo el camino. Cuando llegué al lugar señalado en el mapa me llevé una gran decepción. No había nadie allí. Mi astuto método había fallado. Tendría que averiguar de verdad dónde la retenían. Sentí que alguien se acercaba, así que me parapeté detrás de unos cadáveres y esperé mi momento para atacar e intentar obtener la información que buscaba.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 14.


El discurso del humano que acompaña al rey y que no tiene ningún problema a la hora de hablar en público por lo que en el caso de que hubiera sido el protagonista de la película en la que está inspirado este título seguramente no tendría sentido haber hecho la película porque simplemente hubiera dado el discurso sin tener que acudir a un profesional para intentar solucionarlo.

Revisé otra vez el mapa. Una cruz marca el lugar, decían. Así que dibuje una cruz al azar en el plano de la ciudad. Por fortuna la pinte bastante cerca de dónde me encontraba. Doblé el mapa, arrugándolo hasta formar una bola, comprobé el arma una vez más y me lancé con decisión hacia lo desconocido.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 13.


Castoira

Moví su cuerpo para poder coger el fusil empapado de sangre. Encontré además munición en abundancia. Desde luego la iba a necesitar. El brazo me dolía bastante, pero ya no sangraba. Levanté el fusil y apunté para ver si era capaz de hacerlo. Me costaba, pero me las tendría que apañar así. No me quedaba otra si quería llegar hasta ella.

La reunificación de lo que acabaría siendo Nueva Castoria no fue fácil, pero tampoco sencilla.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Humano. Capítulo 12.


Castoria

Estaba solo y herido. El sol comenzaba a salir por detrás de los edificios, iluminando tenuemente las calles llenas de escombros. Miré a mi alrededor, intentando encontrar algo de munición. Apenas tenía dos cargadores en los bolsillos. En la pistola, tres balas a lo sumo. Encontré un cadáver. Era fácil distinguir que era uno de “ellos”.

Los castores: esos locos bajitos. Excelentes constructores, pésimos estrategas. Supongo que todos pensaréis que esos bichejos son simpáticos y pacíficos. Y así es. Pero porque no pueden ser de otra forma. Son incapaces de organizarse para obrar mal alguno. Les quitas de hacer presas y no son más que peluches con una sartén por cola. Pero para eso estaba yo allí. Yo les guiaré a una guerra sin sentido

Humano. Capítulo 11.


O cómo un título puede ser más largo que un capítulo

Así. 

jueves, 1 de noviembre de 2012

Humano. Interludio.

La luz de la luna iluminaba tenuemente las suaves colinas. La brisa, apenas perceptible, mecía suavemente las hojas de los árboles más altos. La noche, esa majestuosa dama, lucía su mejor traje: aquel que está plagado de estrellas. Un río partía en dos el paisaje. Tal era la calma reinante que era fácil dejarse llevar y cometer la locura de pensar que el mundo era simétrico respecto a ese lecho sinuoso. Un leve murmullo, lejano en la distancia, quién sabe si también en el tiempo, comienza a levantarse. El aire, antes amigo, amante incluso, se vuelve amenazante. La tierra comienza a temblar, temiéndose lo peor. Lo que antes era silencio ahora ya no lo es. Algo ha cambiado. La luna, desde su posición privilegiada, sabe lo que está pasando. Lo ve. Y le encanta.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 10.


Season finale

Una vez la balsa se detuvo me puse de pie sobre ella. Decenas de ojos fijos en mí. Yo, a su vez, les devolvía sonriente la mirada. Castores. De todos los tamaños, pero con una única forma: la de castor. Ahí estaban, junto a la presa que habían construido. Llevaba esperando este momento meses. Durante el transcurso de mi viaje por Canadá no había parado de imaginar como vivían y se organizaban estos simpáticos ingenieros de la naturaleza. Así que, sin serlo, me creía un experto en sus costumbres. Los miré uno a uno. Puede que me saltara alguno que estuviera medio escondido detrás de alguna rama o debajo del agua. Cuando acabe el primer barrido volví a empezar. Hasta que localicé a quien estaba buscando. Ahí estaba, fuera del agua, a unos metros de la orilla. Me aclaré la voz y confíe en que toda la corteza que había comido durante mi viaje hubiera hecho efecto y supiera hablar castorí.

Humano. Capítulo 9.


Una balsa hace “toc” cuando choca con madera

Necesitaba hacer una balsa. El río bajaba caudaloso debido al deshielo. En la parte donde me encontraba las aguas eran tranquilas, pero sin duda me encontraría con unos cuantos rápidos antes de llegar a mi destino. Hice un dibujo sobre la tierra, un humilde boceto. Era una cara sonriente. Después dibuje una balsa, para hacerme una idea de lo que necesitaba. Madera. No era difícil, Canadá está lleno de madera, como ya os dije. Conseguí los trozos adecuados y los uní de alguna forma verosímil. Ya tenía mi balsa. Pero necesitaba remos. Por suerte, en el río había algo que podía utilizar.

martes, 30 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 8.


Listen baby, ain’t no mountain high

Como os decía, Canadá está lleno de árboles. Lleno a rebosar. Y de animalitos. Cuando descubrí que los animales que mataba estaban llenos de carne, dejé de comer corteza. Yo no lo llamaría genocidio, pero muchos renos murieron hasta ese descubrimiento. A partir de entonces, con cazar uno tenía suficiente comida para bastante tiempo. El día que aprendí a cocinar la carne en vez de comerla cruda ya fue la leche. Menudo manjar. Jugosa por dentro, chamuscada por fuera.
Dormía siempre en la misma cabaña. Me costó tres días hacerla. Era una pasada. Planta única, techo, paredes, plegable. No conseguía trasladarla más de unos metros cada día. Lo que había ganado en calidad de sueño lo había perdido en velocidad de avance. Así que tomé una decisión. Cogí un palo y me tiré a hacer kilómetros y más kilómetros. Estuve caminando, si no recuerdo mal, mucho. Los primeros cinco días no paré ni una sola vez. Ni para dormir, ni para comer ni para hacer mis necesidades. Los días cada vez eran más largos. El frío invierno se retiraba a su cada vez más pequeño escondrijo en el norte. Las plantas, y no es que me crea una especie de deidad, florecían a mi paso. Oía crecer a los árboles. Me gustaba imaginármelos como un grandullón estirándose por la mañana, dándole la bienvenida a un nuevo día, a una nueva estación. Iba dejando atrás senderos que nunca volvería a disfrutar. Paisajes que jamás volvería a ver. Pero eso es lo bonito de viajar. Tú y la naturaleza, en perfecta sintonía. Tus pies por un lado, tus pensamientos por otro. Tus pasos marcan el ritmo. La melodía viene sola. “Forjarán mi destino, las piedras del camino”. Escalando las más escarpadas paredes. “But I would walk 500 miles, and I would walk 500 more, just to be the man who walk 1000 miles”. Recorriendo las interminables llanuras. “There ain’t no mountain high enough, ain’t no valley low enough, ain’t no river wide enough”. Hasta que lo encuentro. Encuentro ese río suficientemente ancho, que no sólo no me frena, sino que es lo que estaba buscando desde que salí de Groenlandia. Ahora podrá comenzar la primera parte de mi plan.

lunes, 29 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 7.


Oh, Canada!

La primera vez que vi un árbol… No, es broma. Nadie recuerda la primera vez que vio un árbol. Ni lo tiene grabado en video. Pero es que llevo ya unos meses en Canadá, y aquí hay árboles a patadas. ¿Cómo llegué hasta aquí? Caminando.
Lo que yo creía que ya no era Groenlandia porque no veía el mar, era en realidad Groenlandia. No se si habéis visto un mapamundi alguna vez, pero es una isla grande de cojones. Yo llegué por mar a la costa. No recuerdo si iba solo o acompañado. Sé que después viví con unos apestosos esquimales en el interior, no sabría decirte exactamente a qué altura, hasta que decidí marcharme. Sólo sé que recorrí muchos, muchísimos campos de fútbol hasta llegar otra vez a la costa. Todo nieve y más nieve. Hielo y más hielo. Blanco de día, oscuro de noche. Frío de día, más frío de noche. Me alimentaba de recuerdos. Bebía la tinta de mis tatuajes. Mi única compañía era mi sombra. Crucé a Canadá en oso polar.
Al principio Canadá no era muy diferente de Groenlandia, pero paulatinamente la nieve dio paso a la hierba. El hielo a los árboles. En el primer bosque que encontré maté un par de renos. Luego me entró hambre y comí un poco de corteza de árbol. No me encontré a nadie en dos semanas. Un buen día, se produjo el milagro. ¡Personas! Hablaban francés. Antes de que empezaran a atosigarme les corté: “Pa pa pa pá, je ne comprend pas, je suis un turisté, aujourd'hui est un mot extrêmement longue comparée en français avec le castillan”. Continué mi camino. Aquel que estaba marcado a fuego en mi piel. Aquel que sólo yo sabía. Aquel que no sólo me alejaba más de mi objetivo principal, encontrar a mis hijos, sino que de salir todo bien me metería en más problemas de los que un solo hombre es capaz de imaginar en seis horas. Y no sé vosotros, pero hay hombres con una imaginación portentosa.

domingo, 28 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 6.


La redondez del círculo (polar ártico)

Pasé un mes en el poblado esquimal, recuperando fuerzas y planeando mis próximos movimientos. Me gané su simpatía con mi amabilidad y mi don de gentes. Les hice creer que sabía su idioma, pero en realidad sólo decía cosas como “ak”, “gikdor” y alguna palabra en francés que recordaba de mis tiempos en la escuela. Me reía con profusión. Si algo me enseñó mi madre era a reírme con profusión. Siempre me decía: “Tú ríe mucho, hijo, ríe hasta reventar”. Porque ella era sabia, pero no muy culta, y la palabra profusión no la conocía. Conocía otras palabras, como alicates, buganvilla, estor o trepidante. Pero profusión no. “No hace falta ser un buen chef para degustar un buen plato”, que diría Heaviside.
Hice muchos amigos entre los esquimales, a los que yo cariñosamente llamaba “sucios indios achaparrados”, “comedores de hielo” y otras lindezas propias de alguien con estudios como yo. Por eso me dio mucha pena la noche en que partí. Me desperté a una hora que yo, por tener reloj, sabía cual era, pero ellos no. Me vestí con las ropas que me habían regalado a los pocos días de llegar. Me deslicé fuera del iglú que habían construido para mí, intentando no despertar a las mujeres que se habían ofrecido a calentar mi cuerpo en las frías noches del invierno septentrional. Sorteé las demás viviendas, abriéndome paso a través del poblado que no sólo había sido mi residencia durante los últimos treinta días. Había sido mi hogar. Cuando llegué al último iglú, aquel que marcaba el final del pueblo, rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar lo que necesitaba, me agaché con los ojos bañados en lágrimas hasta quedar a pocos centímetros de la base de esa construcción helada, encendí el mechero, le prendí fuego al poblado y sin mirar atrás me adentré en la espesa noche del Ártico.

viernes, 26 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 5.


50 tonos de blanco

La primera vez que vi la nieve tenía cinco años. No lo recuerdo, pero está grabado en video. Así que lo he visto decenas de veces. Docenas incluso. Salgo bajando del coche, con una sonrisa que me daba dos vueltas y media a la cara, abrigado desde la cabeza hasta lo que vendrían a ser los minúsculos pies de niño pequeño que gastaba por aquel entonces. Saltando. Corriendo sin control, persiguiendo la nieve, que al estar quieta no era un rival difícil. Abrazándola. Amándola. Comiéndola. Pisoteando la estúpida nieve que tanto quemaba en la boca. Estúpida y helada nieve. Dios, como la odié. Al llegar a casa, esperé a tener 16 años para que mi madre me dejara usar sin la supervisión de un adulto los fogones de la cocina, calenté agua, abrí el congelador y derretí a esa estúpida, estúpida nieve casera.
Así que como podéis imaginar, cuando me desperté con una resaca terrible tumbado en un trineo tirado por perros, gracia, lo que se dice gracia, no me hizo. A ver, reír me reí, pero eso es porque yo soy de naturaleza alegre. También tosí, pero porque el aire era muy frío. No soy de naturaleza tosedora. Estoy hecho un toro. Físicamente soy un animal. Uno de los buenos, no una lagartija o un perro-patada de esos.
Esta vez sí que estaba solo. El trineo era pequeño. Rebusqué durante segundos pero no había ni rastro de Pepe o Paco. Supuse que no estaba ya en Groenlandia, porque yo de geografía voy justito, pero sé que es una isla. Y por ahí no se veía el mar por ningún lado. Solo hielo y nieve. Horizontes y más horizontes se sucedían al ritmo que marcaban los perretes. Ay los perretes, como me gustan los jodíos.
De repente, a lo lejos, vislumbré más nieve. Y más. Y más. Y un pueblo. Un pueblo esquimal, con sus iglús y sus gentes esquimales. Me acogieron como a un igual. Quizás fuera por los coloretes que aun asomaban en mi cara del alcohol de la noche anterior. Que, ojo ahí, no recordaba nada, como es habitual. Pero beber, amigos, había bebido. El que supuse que era el jefe de la tribu se acercó a mí. Como yo no hablo esquimalí y el no hablaba idioma de persona normal, no entendí lo que me decía. Así que me puse a pensar en mis cosas. Normalmente mis cosas son gilipolleces, como qué voy a cenar o qué echan por la tele. Pero estaba en medio de ninguna parte, allá donde a Cristo se le encogieron los cataplines por el frío polar, así que tenía cosas más importantes en las que pensar. Como por qué estaba allí, o a dónde ir después. Por suerte, esa misma noche, en el sorprendentemente cálido interior de un iglú, me descubrí dos nuevos tatuajes que me serían de gran ayuda para encontrar mi camino. 

jueves, 25 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 4.


Los detectives salvajes

Estamos en Groenlandia. Así, como suena. Pepe será todo lo buen marinero que el quiera, pero es dormirse y coger yo el timón y desviarnos totalmente del rumbo. No, si la culpa será mía al final, por permitirle que confíe en mí. Ahora lo hecho, hecho está. Llevamos dos semanas aquí, compartiendo una bonita habitación de un acogedor hotelito en un pueblo de mierda. Nuestras indagaciones comenzaron al día siguiente de instalarnos. Porque una cosa te digo: podremos estar a miles de kilómetros de los andes, que está a miles de kilómetros del hospital donde deberíamos estar, pero no pararé hasta encontrar a mis descendientes. Contratamos un intérprete de groenlandés que trabajaba a cambio de pescado. Tal cual una foca. Patético. Pero muy profesional. Comenzamos a interrogar a todos los habitantes del pueblo. Les preguntábamos si me habían visto haría unos 19 años por ahí. La respuesta no por previsible dejaba de ser dolorosa. Como un martillo en manos de un herrero, golpeaba mi corazón rítmicamente. No, no, no. Yo en el fondo sabía que decían la verdad, ya que no había salido de España en mi vida. Pero me negaba a perder la esperanza. Si todas las pistas nos habían llevado hasta esa isla, por algo sería. Torturamos a varias personas. A muchas, diría yo. No es algo de lo que me sienta orgulloso. Cruzárselas por la calle al día siguiente no es agradable ni para el torturado ni para el torturador, creedme. Fueron pasando los días. Pasaron las semanas. Hasta dos, que son las que llevamos aquí. Y por fin hoy a la mañana tuvimos la primera buena noticia desde hacía mucho tiempo: hemos encontrado un bar. Mira que no me gusta mucho beber, pero cuando la vida te da tantos palos como me está sucediendo a mí, es necesario refugiarse en el alcohol, aunque sea durante una noche. Y quien sabe, quizás mañana veamos todo con más claridad. 

martes, 23 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 3.


O lo bien que queda poner un título así

Es domingo. Por el sol diría que son las 12 de la mañana. Por el viento en la cara diría que estoy en un jodido barco en mitad del océano. No recuerdo nada de anoche, lo cuál sólo puede significar una cosa: noche antológica. Los mejores recuerdos de mi vida son los que no tengo. Puede parecer triste, pero a mí lo que me entristece es la gente que no se divierte tan brutalmente como yo. “Party hard y no mires con quien”, como decía mi padre. Para que os hagáis una idea de cómo soy, tengo los brazos cubiertos de tatuajes y no recuerdo haberme hecho ninguno. Cuando estaba en la universidad mi más entrañable pasatiempo era despertarme el viernes a las cinco de la tarde como muy temprano y, con la misma ilusión con la que un niño entra al salón de su casa el día de navidad, descubrir qué obra de arte había estampado en mi piel guiado por mi subconsciente alcoholizado. Eso en las noches más light. Así que despertar desnudo en la cubierta de un pequeño pesquero no era una novedad para mí.
Supongo que no estoy solo, pero no veo a nadie más. Oye, que igual cogí, me acerqué al puerto, me introduje de un salto en el barco con gracia felina, apunté hacia mar adentro, levé anclas, encendí motores y me puse a dormir mientras las hélices hacían el trabajo duro. Ah, pero no. Aquí hay dos personas más. No los había visto porque soy gilipollas y veo fatal, pero estaban aquí enfrente de mí. Paco y Pepe, Pepe y Paco, quienes si no. Mi séquito. Mis leales escuderos. Dos catetos para mí, su hipotenusa. Los dos repugnantes testículos para ese falo majestuoso que vendría siendo yo. Ellos, por suerte, están vestidos. Menos mal. Alabado sea el señor por librarme de la traumática visión que sería ver sus desnutridos y obesos cuerpos, respectivamente, desnudos. Realmente son los dos tirando a flaquillos. Paco tiene el pelo largo y pelusa por bigote. Pepe es calvo. O al revés, yo no me fijo en esos detalles, no soy maricón.
Uno de los dos está detrás del timón. El otro está vomitando por la borda. Novato. Parece que el timonel intenta comunicarse conmigo. Le veo mover los labios, pero no le puedo escuchar porque estoy pensando esto. Voy a parar.
Os lo resumo, que estuvimos hablando un buen rato. Estamos yendo a Argentina. Resulta que ayer les conté lo de mi plan, como tenía previsto. Enseguida nos vinimos arriba y empecé a contarles datos que nos serían de ayuda para empezar la búsqueda. Como estaba totalmente borracho la mitad de lo que decía era mentira, así que en vez de sugerirles empezar por el hospital donde sabía que habían nacido mis tres pequeños, les conté no se que historia de mafias internacionales de robo de bebés, ajustes de cuentas, dragones y algo de sexo. El caso es que ataron esos cabos imaginarios y dedujeron que todas las pistas guiaban a un mismo lugar: los andes. Una vez que me contaron eso, estuve tentado de tirar del equivalente marino del freno de mano y dirigirme de nuevo hacia la costa para hacer las cosas con algo de sentido común. Pero pensándolo bien, la sola idea de ir al hospital y enfrentarme a los kilómetros de papeleo que supondría reclamar a mis hijos me aburría soberanamente. Así que me callé, les felicité por su perspicacia y me dejé llevar. Al fin y al cabo, un viaje en barco a Argentina no es algo que se haga todos los días. 

viernes, 19 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 2


“Prohibido cantar”

Me considero una persona sensible, amable, voraz y humilde. Mi nota como padre, en el caso de que viniera alguien a hacerme una encuesta y me preguntara: “Y usted, señor, ¿que nota se pondría a sí mismo en el caso de que alguien viniera a hacerle una encuesta y le preguntara por la nota que se pondría como padre?”, es un 9. No lo digo yo, es un hecho. Por eso he abandonado mi hogar, en contra de mi voluntad, y he emprendido esta loca, loca aventura de encontrar a mis auténticos hijos a los que, en el caso de que sean relativamente guapos y listos, querré como solo un padre puede querer: sin mariconadas. Así que aquí estoy, saliendo por el portal de mi casa, dándome cuenta de que es sábado y que había quedado con los colegas para tomar unos cacharros, con lo que mi búsqueda queda pospuesta sin dilación hasta el lunes. Un hombre divorciado de cuarentaypocos años necesita divertirse con sus amigotes de vez en cuando. Lo demás puede esperar. Mis amigos, mis hermanos del alma, mis compañeros de asiento en este viaje que es la vida, son patéticos. Los dos. Y no lo digo yo. Lo dicen ellos. A ver, no lo dicen pero yo sé que lo piensan. Y si no lo hacen, deberían. Porque mira que dan pena los pobres. Yo me río de ellos bastante, pero sin disimular, para que se enteren. Y lo digo yo, que era el mantenido de una prostituta. Porque a mí lo de trabajar me cansa. Cuando mi mujer me abandonó y me quedé al cargo de lo que luego resultaron ser tres críos aleatorios, ellos dos fueron los únicos que no me dieron la espalda. Por eso seguimos saliendo juntos. Además de que tienen pasta para invitar a cubatas, que como viven con sus madres no gastan en hipotecas ni alquileres. Yo soy su líder, y como tal, les voy a pedir hoy mismo que se me unan en mi descabellada aventura. Y así baje Dios todopoderoso, creador de todo lo creable, que rompió el molde conmigo, su más excelsa criatura, y sea testigo presencial de este épico mensaje que estoy gritando en mitad de la acera que viene a decir algo así como: prepárate mundo, que allá vamos. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Humano. Capítulo 1


 Aventura se escribe con “av” de avioneta

¿Os he contado alguna vez cómo conocí a vuestra madre? Jeje. Es broma. Como ya sabéis, era puta. Y nos abandonó hace cinco años. Pues resulta que no era vuestra madre. No, no me miréis así, yo estoy tan sorprendido o más que vosotros. Me acaban de llamar del hospital. Al parecer hubo una confusión y nos entregaron los bebés que no eran. Las tres veces. Por eso sois negros y vuestra “madre” y yo no. Yo siempre creí que como Lola era meretriz y tal, erais hijos de algún cliente suyo y que a mí me había engatusado con triquiñuelas para casarme con ella y hacerme cargo de lo que a todas luces eran unos hijos bastardos. Y va y resulta que no, que vuestros padres son de Senegal. Así como pasa esto, pasa otra cosa. Hay tres posibles hijos míos pululando por ahí. No soy un iluso, sé que hay muchas probabilidades de que tampoco sean míos. Pero seguramente sí, porque una vez fui a donar esperma y al acabar en la habitación estábamos yo, el bote y un montón de botecitos recién nacidos. Así de potente es vuestro padre, chavales. Padre entre comillas, “padre”, porque si hacéis memoria recordaréis que no sois mis hijos legítimos, por lo de la llamada esa que me acaban de hacer. Y eso es un poco todo el asunto. Voy a iniciar una búsqueda hoy mismo para encontrar a mis verdaderos hijos y quererlos en sustitución de vosotros. Puede que me lleve años y que acabe sin dinero, pero da igual. Necesito conocer a mis verdaderos descendientes. A vosotros os tenía cariño, pero desde hace un rato como que no me importáis una mierda. Ya tengo la maleta preparada, así que me largo. Tenéis unos tupers en la nevera. Cuando se os acaben, bajáis las persianas, apagáis las luces y os piráis a la puta calle. Dejad las llaves donde siempre, que seguramente tenga que volver por aquí y paso de ir con ellas a cuestas, que no quiero perderlas. Y a llorar a Senegal. 

martes, 16 de octubre de 2012

16 de octubre


Tenía 21 años el día que cumplió 22. Se despertó temprano, como siempre. El reloj apenas marcaba las dos de la tarde. Salió de su habitación y se metió en la alacena debajo de la escalera. Era allí donde fingía dormir cada 16 de octubre. Desde los 11 años esperaba una carta, pero ésta nunca llegaba. “Este año sí”, pensaba. “Los dos patitos son mágicos, este año llegará”, se decía. Como realmente en su casa no había ninguna alacena debajo de la escalera, porque para empezar no había escalera, se metió en la despensa y se sentó sobre una farrapeira. Una limpia, no de las que usaban las perras para dormir. Cerró la puerta como pudo y encendió la luz. Después la apagó porque se dio cuenta de que estaba fingiendo dormir. Tenía que engañar a esos astutos magos. Sacó el móvil, abrió el Twitter y escribió: “Qué mal se duerme en mi alacena el día de mi cumpleaños @hogwarts_school.”. Se rió de la brillantez de su plan. “Muajajaja. Muajajajajaja. Muajajajajajaja. Guau, guau. Calla Lúa”. Siguió esperando pacientemente durante un largo minuto. Abrió la puerta un poquito, se asomó y la volvió a cerrar. Creía haber escuchado algo. “Son ellos”, pensó. “Muajajajajaja achús. Maldito polvo de despensa”. ¿Polvo mágico, quizás? Pasó la mano por uno de los estantes, dejando una estela de limpieza y llevándose consigo litros y litros de polvo mágico (unidades internacionales). Cerró los ojos y sopló. También pedía un deseo al mismo tiempo. Y respiraba. Y más cosas, pero tampoco me voy a poner a describir todas y cada una de las cosas que pasaban en ese instante de tiempo. Justo en el mismo momento en que la última mota de polvo abandonaba la palma de su mano derecha, pasaron doce segundos y un papel se deslizó mágicamente por debajo de la puerta. No tenía membrete (porque no sé lo que es). Estaba en blanco. Menuda decepción. O quizás había un mensaje, un mensaje secreto... Rebuscó entre las cosas que se amontonaban allí dentro y encontró lo que quería. ¡Limón! ¡Un limón! Un limón, para los que no lo sepáis, es una fruta así como amarilla que cortas a la mitad y después cortas una rodaja y la pones en la Coca-Cola. Pero también tiene otra función. Cortó el limón con un cuchillo, exprimió un poco sobre la hoja y lo extendió con la mano. Si el mensaje había sido escrito con tinta invisible, el limón desvelaría el texto. Cogió la hoja por las esquinas superiores y sopló para acelerar el proceso. Nada. A no ser que... Le dio la vuelta a la hoja. Allí estaba el mensaje oculto. “So clever”, pensó. “Damn, you magicians”, dijo esta vez en alto. Comenzó a leer. Siguió leyendo. Acabó de leer. Salió de su estúpido escondite, por llamarlo de alguna forma. Recogió el imán que había en el suelo y pegó el papel de nuevo a la nevera, el sitio al que pertenecía, y del que una caprichosa corriente de aire había arrancado y transportado a lo largo de la cocina hasta la despensa.
Tienes pasta en la nevera de abajo. Saca el pan del congelador. Recoge la cocina. Ten cuidado al cruzar la calle. No cojas caramelos de desconocidos. Fdo: tu madre”.
Otro año más igual, otra nueva decepción. Pero por lo menos tenía la comida hecha.

sábado, 22 de septiembre de 2012

La fantástica historia del bebé que no sólo hablaba, sino que lo hacía en inglés

Bueno, ¿por dónde iba? Ah, sí, sí. Te veo atento, muchacho.

Vale, os contaré la fantástica historia del bebé que no sólo hablaba, sino que lo hacía en inglés. Y procurad no interrumpirme, que pierdo el hilo enseguida y después me paso horas intentando volver al origen de la historia para poder continuar, cosa que no siempre consigo.

Hay un truco, que yo no utilizo pero sé de gente que sí lo hace, que consiste en anotar ciertas palabras clave de la historia. Así, cuando se dan cuenta tras horas de divagar que se han desviado por completo de la historia que pretendían contar, leen la última palabra anotada y retoman la historia desde ella. Corres el riesgo de volver a irte por las ramas en el mismo punto y entrar en un bucle infinito del que sólo la muerte te puede sacar. No sería la primera vez que un hombre muere mientras cuenta una anécdota por utilizar ese truquillo. Así que yo no lo uso. 

Tampoco es que lo necesite, porque suelo ceñirme a la narración de un modo que puede resultar hasta enfermizo para los más divagadores de los llamados cuentacuentos. O abuelos para vosotros, criajos. 

Porque vosotros los jóvenes a cualquier cosa con más de treinta años le llamáis abuelo. Que lo sé yo. No tenéis respeto por la antigüedad. Vivís en una burbuja de cristal blando, del que no se rompe. 

Niños mimados. En mis tiempos a los niños nos trataban como perros, y los ancianos eran la élite. Llegar a cumplir los cincuenta años era mérito más que suficiente como para ser tratado como un marqués. En mis tiempos... 

Estos también son mis tiempos, no mis tiempos mozos, no mi infancia, pero son mis tiempos. Mientras yo viva estos tiempos serán míos. Podré compartirlos con quien quiera, desearé compartirlos con los seres que yo quiera, pero serán míos y de nadie más. Cada hombre tendrá los suyos, durante toda su vida. Vosotros también, mocosos, no os penséis que os vais a librar de vivir. Y con suerte los tiempos de alguno de vosotros perdurarán más allá de vuestra vida. Es el sueño de muchos hombres, no os vayáis a pensar que es una cosa sin importancia. Ahora no lo entendéis, o puede que nunca lleguéis a hacerlo. Yo es algo que siempre he anhelado, pero me temo que no va a ocurrir. 

No, no, no intentéis animarme. Estoy hablando de la vida eterna, y eso no se consigue contando historias en un pueblo perdido de la mano de dios. No seas animal, claro que todo el mundo se muere. Vida eterna en el sentido de permanecer en el recuerdo de todo el mundo durante años y años. Conocéis al Matapiedras, ¿verdad? Por supuesto que lo conocéis. A esa clase de persona me refiero. Os sabéis sus aventuras al dedillo. ¿Alguno sabe dónde nació? Exacto, aquí mismo, en este mismo pueblo mucho antes de que se llamara así. Mucho antes de existir el propio pueblo. Mucho antes de nacer él mismo. Porque el Matapiedras es atemporal. Es paradójico por sí mismo. Es simple como el acto de matar, pero complejo como el hecho de quitarle la vida a algo que nunca la tuvo. Dime. No, gracias, muchacho. Bueno sí, un vasito de agua, por favor. 

¿Vosotros dos no queréis nada? No os vaya a pasar como a la Pequeña  Rocío. No, la bisabuela de la Pequeña Rocío que conocéis. Cuando vuelva vuestro amigo os la cuento. La historia de la Pequeña Rocío. No me digas. Entonces conoces la historia, ¿no? Cuéntasela tú, a ver si así se piden algo de beber. Mientras voy a aprovechar para ir al baño. 

Sigue, sigue, no es la versión que yo suelo contar, pero bueno, tú la conoces de fuentes directas. ¿Qué os ha parecido? Así es, cuatro generaciones hasta la fecha. Os esperamos. No sé que gracia le veis los jóvenes a esas latas de refrescos. La primera lata de esas que vi yo no la vi yo, me la contaron. 

Ahora con la televisión no hay misterios. Pasa algo en una parte del mundo y antes de que haya sucedido ya lo estás viendo tranquilamente sentado en el sofá de tu casa. O en una silla en la cocina, que esa es otra, hay televisores en todas las habitaciones del hogar. Un bicho de esos encima de cada mueble. Seguro que hay una pantalla dentro de cada cajón. Mira que sois raros ahora. 

Que conste que de haber existido ese invento del demonio cuando yo era joven, quizás hubiera habido uno en cada habitación de la casa. Pero es que por aquel entonces las casas tenían como mucho una estancia, o dos. O ninguna. No habré vivido yo en casas sin habitaciones, ni cocina, ni salón, ni baño. La mayoría de las casas tenían un número impar de paredes, y ese número era o el tres o el uno. El techo normalmente estaba sin construir, además de sin colocar. El suelo, cuando lo había, no era más grande que un círculo, pero con forma de cuadrángulo de esos que estudiáis en la escuela. Y afortunado era aquel que tenía internet, el cual todavía no existía, además de que no sé lo que es. Y ahora se pone a llover. Vaya por dios. 

Falta hacía, también os lo digo. El fin de la sequía. Eso era algo que se solía celebrar a lo grande hace no muchos años. Recuerdo la fiesta que se organizó tras la Gran Sequía del 38. Trece lustros estuvo sin llover. Ni una sola gota en sesentaycinco años. Asomaos a la ventana. ¿Veis a lo lejos todos esos árboles en el monte? Si la lluvia os lo permite, claro. Pues antes de la sequía, lo creáis o no, todo ese monte estaba cubierto de árboles, exactamente igual que ahora. Pero, ay, durante la sequía... Desiertos y más desiertos se instalaron aquí, quién sabe por qué. El río que da nombre al pueblo, el río Pueblo, desapareció. Seco, como todos los demás ríos de la comarca. Los árboles, secos también. La vida... La vida se mantuvo, pero a duras penas. Yo por aquel entonces no era más que un niño. O por lo menos eso creo recordar. Sesentaycinco años de mi infancia viviendo en un desierto. No os podéis imaginar la alegría que sentí cuando llovió. Ahora vosotros os entristecéis porque no podéis salir a jugar a la calle. Cosa que ya no hacéis porque os pasáis el día enganchados a vuestros videojuegos. Pero hoy por lo menos estáis aquí, haciéndome compañía. 

Que la compañía es mutua, quiero pensar. Yo disfruto contando estas historias, e intento que no se pierdan. Que perduren, que sobrevivan a su propio vida de cuento. Aunque la mayoría suelen ser efímeras. Es más, las mejores historias puede que nadie las sepa. Puede que nadie haya estado presente en el momento en el que se producían, por lo tanto nadie las puede contar. Es triste. A mí me entristece, por lo menos. A vosotros ya sé que no, a vosotros os pone triste que vuestro equipo pierda. Vergüenza me dais. 

Y no creáis que a mí no me gusta el deporte. Todo lo contrario. O parte de lo contrario, tampoco voy a exagerar. Quizás esto no lo sepáis, porque no es verdad, pero yo fui campeón olímpico de lanzamiento de jabalina. 

Era el año 36 en Berlín. Aquí, en Pueblo, acabábamos de cerrar el año del señor 1931. Para celebrarlo, lancé una piedra con todas mis fuerzas. Una de las pocas que habían quedado tras la tiranía del Matapiedras. No soy astrofísico, pero esa piedra por narices tuvo que entrar en órbita. Cada año la veíamos pasar por el pueblo. Unos segundos fugaces, pero que me llenaban de orgullo. La piedra, cada vez más estilizada, iba perdiendo velocidad y altura de forma exponencial, cúbica o cuadrimensional. Quiso el destino que cayera en el estadio olímpico de Berlín durante la celebración de la competición de lanzamiento de jabalina. Récord del mundo y medalla de oro. A título póstumo, pues aun no he sido galardonado en todo lo que llevo viviendo mi vida. Pero podéis preguntarle a cualquiera. Un lanzamiento perfecto. 

Bueno, ¿por dónde iba? Ah, sí, sí. Te veo atento, muchacho.

Vale, os contaré la fantástica historia del bebé que no sólo hablaba, sino que lo hacía en inglés. Y procurad no interrumpirme. 

sábado, 18 de agosto de 2012

A oscuras

Tengo un miedo terrible a la oscuridad. De pequeño era peor, por supuesto, pero con el paso de los años la cosa no mejoró demasiado. Al aire libre lo paso mal, pero tampoco es que vaya a menudo por el bosque. Es en casa donde sufro. En días como hoy, por ejemplo.
Llevo paralizado en el pasillo más de dos minutos, totalmente a oscuras. No oigo ningún ruido. No debería.
Ahora mis ojos se están acostumbrando a la oscuridad, por eso los mantengo cerrados. Prefiero no ver nada antes que ver una sombra misteriosa y morirme de miedo. 
Intento calmarme pero mi respiración no ayuda. Pruebo a aguantarla pero después es peor. 
Comienzo a moverme. Mis pies se deslizan, flotan, no hacen ruido. Mi mano derecha apoyada en la pared, sintiendo su rugosidad. Ahora solo deseo sentir el tacto de la madera. 
Sé que hay alguien más aquí.
Intento calmarme de nuevo, pero esta vez es mi corazón el que no me lo permite. Late tan fuerte que no me deja oir los pasos que suenan tras de mí. No los oigo, pero los siento a través de mis dedos, a través de mis pies, a través de mí.
Por favor que no encienda la luz. Es lo único que pido. Necesito tiempo. 
Abro los ojos y contengo el aliento ante las sombras que me rodean y se abalanzan sobre mí. 
Sé que el no puede verme. No aún. ¿Corro? ¿Y si me paso la puerta? ¿Qué hago?
Comienzo a girarme. Separo la mano de la pared, mi ancla. La voy a necesitar. La mano izquierda está ocupada, por supuesto. 
Lo veo. Intuyo su silueta más bien. Parece un niño, lo cual no hace más que aumentar mi pánico. 
Los dos brazos extendidos, intentando tocarme, agarrarme. Los ojos brillantes parecen no haberme visto todavía. Pero sabe que estoy ahí. 
Estoy paralizado de nuevo. Su mano derecha ahora busca la pared, la izquierda a diez, cinco, dos centímetros de mi pecho. 
No sé que fue primero, si mi grito o la luz. Lo importante es que inmediatamente después todo estaba en calma. Con la luz encendida el niño ya no me asustaba. Ni mucho menos el pasillo. 
Salí por la puerta limpiando el cuchillo y deseando que en la próxima casa no hubiera nadie.

jueves, 16 de agosto de 2012

Diario.

Dia 1
Si de algo sé es de respirar. En todos los recuerdos que tengo estoy respirando. Por lo tanto si tenemos en cuenta que tengo recuerdos desde los tres o cuatro años, echad cuentas. Soy como una especie de experto en este tema. He practicado tanto que casi me sale de forma automática.
Mi madre acaba de entrar y me ha dicho que no sea burro, que respiro desde que nací. Creo que exagera, ya sabéis como son las madres con los hijos. Además, que yo he visto fotos mías de bebé y no salgo respirando, si acaso intentándolo, pero nada más.
Día 2
Ayer no empecé con muy bien pie este diario: una falta de ortografía en la primera palabra que escribía.
Día 3
Después de investigar un poco he llegado a una conclusión. Curiosamente mi madre llegó a la misma sin realizar estudio ninguno. Ella ya lo sabía. El caso es que soy gilipollas. Los niños nacen respirando. Yo pensaba que hasta los tres o cuatro años se les daba un globo del que chupaban el aire para no morir.
Resulta por lo tanto que no soy experto en nada, lo de respirar lo hace todo el mundo igual de bien e igual de automáticamente.
Día 5
Ayer no escribí.
Día 6
Aprendí a leer con 12 años. Hasta entonces fingía que sabía leer. Me fue bastante bien durante la primaria. Los deberes me los hacía un niño al que pagaba. Creo que era mi hermano. Muy listo, pero debilucho.
Día 7
Pegaba, a mi hermano le pegaba. Yo no tenía dinero en aquellos tiempos. Como sabéis los niños no trabajan, por lo tanto no tienen sueldo. Excepto los cabrones afortunados de China y Tailandia.
Día 8
No recuerdo cuando fue la primera vez que vi un perro. Sé que era martes, pero nada más.
Día 9
De momento en mi vida no pasa nada, por eso estoy recordando situaciones pasadas.
Día 18
Acabo de encontrar mi boli.
Día 19
En el colegio dicen que soy raro. Mis compañeros se ríen de mí. Mi madre dice que no me preocupe, que soy especial. Eso ya lo sabía. Una vez hice caducar un yogurt mirándolo fijamente.
Día 20
Hoy soñé que dormía, así que me tuve que despertar dos veces. Estuve cansado todo el día.
Día 25
He vuelto de la excursión con el cole. Un niño murió. Por lo demás bien, hizo sol.
Día 26
Hoy no hay clase por lo del niño muerto.
Día 29
Mi madre me deja quedarme en casa un día más. Fingí estar enfermo. En realidad me corté una uña demasiado y me puse pálido.
Día 30
Hoy los niños me han mirado raro. Iba sin afeitar. El director me ha avisado que no puedo faltar así porque sí, que tengo una responsabilidad como profesor.
Día 31
Se acaba el primer mes de mi diario. Hoy el niño muerto no ha venido. Me dicen que mañana tampoco vendrá. Ahora me alegro de no saberme los nombres de mis alumnos, por lo de cogerles cariño y todo eso. Cuando quiero que alguno en particular me atienda le tiro una tiza. Soy un muy buen lanzador, muy preciso. Y si fallo da igual, finjo que quería hablar con ese crío.
Día 33
Ayer les mandé a mis alumnos hacer una redacción. Tema libre: el aborto. No sé lo que es tema libre, yo soy profesor de gimnasia. Ahora ya sé lo que es el aborto.
Dñia 34
Estaba visto que iba a suceder, están demasiado cerca. Sí, ahora escribo en el ordenador. No dejaba de perder mi boli. El portátil es más difícil de perder.
Día 35
Acabo de llegar del cine. He ido con mi amigo Luis y con su novia. Hemos visto una peli que me ha gustado mucho. Salían Meg Ryan, Cameron Díaz, Matthew McConaughey (este lo he tenido que buscar, yo creía que se escribía MacConahiy) y Gerard Butler.
Resulta que Meg Ryan era una mujer casada con un hombre muy mayor, casi viejo. Ese hombre, interpretado por Matt Damon con maquillaje, era un antiguo miembro de las SS. Y Meg era judía, pero ninguno de los dos sabía eso del otro. Hasta que un día, cenando con otra pareja (C. Díaz y G. Butler) surge el tema del nazismo y tal. Hay una pelea, con pistolas y todo, y muere Matthew McConaughey, que era el prota.
Al final, el hijo de Brad Pitt, Michael Cera, resulta ser Hitler.
Muy entretenida, a mi amigo le pareció una auténtica bazofia. A su novia muy previsible.
Día 76
Mi portátil murió. Alguien lo pisó. Ahora he vuelto a escribir a mano. Estuve dudando mucho tiempo entre volver a hacerlo o dejarlo. De los cortes del pie estoy mejor.
Día 80
Al final lo dejo.

lunes, 6 de agosto de 2012

Trilogía de Batman by Nolan.

Batman Begins. El título ya lo dice todo. No la recuerdo muy bien. La vi hace mucho, no antes de que saliera, pero sí hace suficiente tiempo como para no acordarme demasiado.
Me sorprendió gratamente, creo. La calidad de imagen del dvd-rip dejaba algo que desear, además de que al ser por la tarde la luz de mi habitación hacía reflejos en la pantalla. Un 6 sobre 7,2.
El caballero oscuro la vi en el cine y después varias veces por aquí y por allá.  Mejor que la primera y, ojo spoiler, mejor que la última.  El payaso ese le daba un toque alegre a la cinta. Le doy mis 10.
La última no sé bien como se llama. Empieza intentando igualar a la segunda sin conseguirlo, y después ya van pasando movidas que para qué contaros. A los fans de "Princesa por sorpresa" nos ha sorprendido mucho la actuación de Anne Hathaway. La nota del film, 4 estrellas.

lunes, 9 de julio de 2012

Cuento de una tarde de verano

Por razones que no vienen al caso, volví a meterme en TUENTI tres meses después desde mi última visita. Estaba buscando el número de teléfono de mi piso. No se vosotros, pero yo os acabo de contar porque estaba en TUENTI, cuando al parecer no quería hacerlo ya que no aportaba nada a la historia apasionante que os voy a contar. A veces escribo cosas y después me contradigo. No sé, tendría que mirármelo.

El caso es que por las razones que no quería contaros pero os he explicado de todos modos, me encontré cotilleando mis propias entradas, repasando los vídeos de música con los que amenizaba a los hipotéticos visitantes de mi perfil dispuestos a perder el tiempo en verlos.

En esas estaba cuando me encontré con una entrada sin vídeo. Es más, ni foto tenía. Solo letra. Escrita por mí. Y contaba una historia, que después de leerla y recordarla decido recuperarla para todos vosotros. Reza así (adaptada y corregida, porque al parecer en esa época me parecía guay poner "q" en vez de "que", menudo hippy estaba hecho).

 "El martes volví a comer a la playa [sí, al parecer en el 2008 había una estación extra llamada Verano, creo, que permitía correr aventuras como esta], como casi es tradición ya, pero eso no importa. Lo importante es lo que pasó en cierta playa atestada de ourensanos, que se conoce que allí no tienen playa y deciden invadir Playa América.

 Estaba yo jugando con un amigo a pasarnos una pelota con dibujos de Spiderman de tamaño reducido (la pelota me refiero, aunque Spiderman también estaba reducido, supongo que en la vida real tendrá tamaño de persona, aunque nunca he ido a New York para comprobarlo por mí mismo(por cierto, la pelota se la robé a mi primo pequeño [había escrito "pekeño", así de peligroso era en esa época](por cierto, no se si se pueden abrir paréntesis dentro de paréntesis, pero es lo que hay))) cuando una pareja de yonkis, hombre y mujer respectivamente, pasó a nuestro lado. La fortuna quiso que la pelota fuese a parar a los pies del yonki varón. Éste, dejando en la arena su botella de Trina(ranjus) (por lo menos por fuera) le dijo a su yonki hembra: espérame allí que voy a jugar un rato con estos chavales.

Y así fue como en la preciosa tarde de verano que el señor nos regaló este martes acabé jugando a pases con un yonki, muy educado por cierto, que en cierto momento cogió una lata del suelo e indignado dijo:

 -La gente es la ostia, dejando estas cosas por aquí para alguien pisarla y hacerse daño.

 Acto seguido la llevó hacia el contenedor de basura. Yo miraba atónito la inmensa preocupación por el resto de seres vivos y el medio ambiente en general que este yonki demostraba. Cuando estaba a un metro del contenedor, y vete tu a saber por qué, decidió que no merecía la pena tirar la lata dentro, y la dejó en la arena de nuevo...

 Ya cuando el yonki se cansó de jugar, se despidió efusivamente de nosotros y nos dijo que su mujer lo estaba esperando, que estaba preñada y que iba a ser su primer hijo. El yonki varón se fue todo contento gritando a los cuatro vientos su próxima paternidad.

 Y eso es todo por hoy..." Hasta aquí la historia, verídica 100%. No se si nuestro protagonista sigue vivo, o como se llama su hijo, pero lo que sí se es que esta historia jamás se repetirá por dos motivos: ya no tengo mi pelota de Spiderman de mi primo, y el verano ya no existe.

 Un saludo a mí mismo, porque seré el único que lea esto dentro de digamos otros cuatro años y lo transcriba de nuevo a otro medio digital.

 Firmado:____________ (y aquí va mi firma, muy bonita y estilizada, creedme)