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miércoles, 12 de marzo de 2014

Regreso al medievo (I)

El reloj de sol llevaba inutilizado más de dos meses. Salí de casa cuando la sombra de las horas y la de los minutos proyectaban sobre la pared un gran tres al que le seguía, después de dos puntos, un cuarenta y cinco igualmente grande y oscuro. Descendí las escaleras cargado con lo necesario para el viaje al norte que tendría que hacer más tarde aquel día. La pesada y mullida capa de piel de oso me sobraba a esas horas en las que el sol brillaba con fuerza en el cielo, pero no tenía sitio para ella en el pequeño macuto o lo que sea que en la época en la que estaba usáramos para llevar cosas a la espalda.

Crucé el camino que serpenteaba (si es que las serpientes van en línea recta) paralelo al río Minorus y me dirigí al pequeño claro que se hundía entre los árboles que poblaban la margen derecha del húmedo curso, la perteneciente al Reino de Nigrán. 

Allí habíamos quedado y allí estaban ya Ser Sutil, de Más-allá-del-mar y actualmente príncipe de Sobreeldía, y Ser Osea, de La Colina del Sol a Medianoche, con sus respectivos caballos. Acababa de llegar también, aunque éste a pie, Ser Roble, de las eslavas tierras de Strapolavia. Nos saludamos con un movimiento de cabeza y esperamos al resto del grupo. El ruido de unos cascos a todo galope nos avisó de su llegada antes de que la polvareda se elevara por encima de los árboles. El caballo en el que iban dos personas, la mitad de ellas mujeres, relinchó al tomar la cerrada curva de acceso al claro. Ser Hio, de la fronteriza Vilarinho, detuvo su caballo a nuestro lado. Lady Cerral nos sonreía sosteniendo un estandarte. 

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis -conté yo. -Bueno, será mejor que nos dividamos para no llevar todos los caballos. Tú, Ser Osea, sube a lomos de Beequis con Ser Hio y Lady Cerral. Nosotros iremos con Ser Sutil en su fiel Clios -ordené.  

-Las Chicas Dobles y El Caballero de los Calzones Largos van directamente allí -me informó Ser Sutil. -¿Sabes algo de la Mujer de Fuego? -añadió.

-Le mandé una gaviota mensajera hace un tiempo. Me imagino que... Anda, mira, aquí llega su respuesta. 

La gaviota descendió veloz con una nota en su pico y chocó contra el capó del caballo. Recogí el mensaje y lo leí gracias a mi alfabetismo. 

-Nos espera más adelante en el camino junto a la Dama de la Armadura Florida. Ya podemos partir -dije a la vez que hacía un elegante gesto con mi brazo, como quién indica que ya se puede partir. 

Podría decir que el viaje fue largo, tortuoso y lleno de peligros y aventuras, pero mentiría, y por ahí sí que no paso. Los caballos rodaron a toda velocidad, primero siguiendo el río y luego subiendo por el camino de dos carriles que ascendía por la montaña. Allí, en el alto, nos detuvimos en el lago mágico para que el caballo de Ser Sutil repostara y pudiéramos seguir nuestro camino sin tener que apearnos más adelante y empujar al animal. 

A partir de ahí nos adentramos cada vez más en las montañas. No era fácil verlas, pues estaban cubiertas de árboles, pero vamos, se intuía fácilmente que los árboles no flotaban mágicamente en el aire, que si estaban a tanta altura era porque había algo debajo, no porque fueran gigantescos. Eran árboles normales, entre los cuales se abrían caminos, caminos que ahora seguíamos los ocho en tres caballos, pues la Mujer de Fuego y la Dama de la Armadura Florida se nos acababan de unir hacía escasos kilómetros, o en lo que sea que se midan las distancias ahora, en plena edad media. 

La edificación era majestuosa, grande como un caballo, seguramente más. Una única torre se alzaba sobre los tejados. Era tan alta que hay quien dice que desde ella se veía la luna. Nosotros entramos trotando por una de las puertas, no porque fuéramos a caballo, pues los habíamos aparcado fuera, donde era gratis dejarlos, sino porque le emoción bullía en nuestras venas y nos hacía caminar de tan singular manera. Paseamos por la gran nave que era el edificio, sin más paredes que las cuatro que lo delimitaban. Al poco rato llegaron las Chicas Dobles y el Caballero de los Calzones Largos, que según parece andaba medio liado con una de las dos idénticas mozas.  

Una vez estuvimos todos, Lady Cerral nos informó de que había recibido una gaviota durante el trayecto. La información que el ave transportaba era algo confusa, pues la nota había sido escrita a toda prisa, pero todo parecía indicar que había habido algún tipo de problema y que íbamos a tener que esperar más de lo previsto. Ávidos de más información, enviamos una de las gaviotas de uso público con una nota en la que exigíamos saber qué estaba pasando. Esperamos pacientemente en la magistralmente iluminada nave. Unas grandes vidrieras ocupaban prácticamente todas las paredes, llenando de  bellos colores y formas el espacio diáfano que ocupábamos. Las vidrieras estaban diseñadas para dejar pasar la luz y nada más que la luz, ni aire ni alimañas. Pese a eso, por ahí nos vino la respuesta, transportada por una gaviota ensangrentada, con plumas de vidrio de diversos colores. 

Ser Hio se levantó y, agachándose junto a los restos del animal, recogió la nota. Tras leerla, anunció:
-Non ven neste dragón.  

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