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sábado, 18 de agosto de 2012

A oscuras

Tengo un miedo terrible a la oscuridad. De pequeño era peor, por supuesto, pero con el paso de los años la cosa no mejoró demasiado. Al aire libre lo paso mal, pero tampoco es que vaya a menudo por el bosque. Es en casa donde sufro. En días como hoy, por ejemplo.
Llevo paralizado en el pasillo más de dos minutos, totalmente a oscuras. No oigo ningún ruido. No debería.
Ahora mis ojos se están acostumbrando a la oscuridad, por eso los mantengo cerrados. Prefiero no ver nada antes que ver una sombra misteriosa y morirme de miedo. 
Intento calmarme pero mi respiración no ayuda. Pruebo a aguantarla pero después es peor. 
Comienzo a moverme. Mis pies se deslizan, flotan, no hacen ruido. Mi mano derecha apoyada en la pared, sintiendo su rugosidad. Ahora solo deseo sentir el tacto de la madera. 
Sé que hay alguien más aquí.
Intento calmarme de nuevo, pero esta vez es mi corazón el que no me lo permite. Late tan fuerte que no me deja oir los pasos que suenan tras de mí. No los oigo, pero los siento a través de mis dedos, a través de mis pies, a través de mí.
Por favor que no encienda la luz. Es lo único que pido. Necesito tiempo. 
Abro los ojos y contengo el aliento ante las sombras que me rodean y se abalanzan sobre mí. 
Sé que el no puede verme. No aún. ¿Corro? ¿Y si me paso la puerta? ¿Qué hago?
Comienzo a girarme. Separo la mano de la pared, mi ancla. La voy a necesitar. La mano izquierda está ocupada, por supuesto. 
Lo veo. Intuyo su silueta más bien. Parece un niño, lo cual no hace más que aumentar mi pánico. 
Los dos brazos extendidos, intentando tocarme, agarrarme. Los ojos brillantes parecen no haberme visto todavía. Pero sabe que estoy ahí. 
Estoy paralizado de nuevo. Su mano derecha ahora busca la pared, la izquierda a diez, cinco, dos centímetros de mi pecho. 
No sé que fue primero, si mi grito o la luz. Lo importante es que inmediatamente después todo estaba en calma. Con la luz encendida el niño ya no me asustaba. Ni mucho menos el pasillo. 
Salí por la puerta limpiando el cuchillo y deseando que en la próxima casa no hubiera nadie.

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