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Violators will be prosecuted. Enjoy!

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Azar


-¿En qué mano está la pelotita?
-Izquierda.
-¿No prefieres pensarlo un poco más antes de dar la respuesta definitiva?
-¿Por qué iba a hacerlo? No es algo que pueda razonar hasta dar con la solución acertada. Es puro azar. La izquierda.
-Tu vida depende de que estés en lo cierto, ¿lo sabes, verdad?
-Sí, te entendí la primera vez que me lo dijiste. Si acierto vivo. Si fallo muero. Te estrujaste los sesos redactando las reglas, ¿eh?
-¿No estás nervioso?

-No.
-¿Por qué?
-Porque no, que más te da.
-No sé, esperaba que me dieras un poco más de conversación. Que me dijeras que estabas asustado, suplicaras por tu vida, yo que sé, es la primera vez que hago esto.
-¿Nunca antes has matado a nadie?
-Oh, sí, lo he hecho. Miles de veces. Bueno, no. A tres o cuatro personas. Pero nunca así, con un juego diabólico y perverso por el medio.
-Ah.
-Bueno, a ver, que parece que te estoy aburriendo… ¿Qué mano eliges?
-No sé, déjame pensar…
-¿Ahora te pones a pensar? ¿No decías que daba igual?
-Sí, y ya te había dado una respuesta. Pero como me lo has vuelto a preguntar y parece que te gusta que alargue esto…
-Vale. Venga, ya es suficiente, elige.
-Cuando elija una, abrirás las dos, ¿no? No vayas a ser tan cabrón de no tener ninguna pelotita. O de tener dos.
-¿Por qué iba a tener dos?
-No me jodas… ¡Tienes dos! ¡Tienes dos putas pelotitas!
-¡Cállate!
-Jajaja. Eres patético. Me secuestras, me atas a esta silla, me haces creer que mi vida está en tus manos y resulta que tienes una jodida pelotita en cada mano.
-¡No sabes eso!
-Mira, no sé como lo haces para mentir tan mal con la cara tapada. ¿Por qué haces esto?
-¡Cállate!
-Ah, ya sé. Te gusta ver sufrir a la gente, que se derrumben. Verles tomar la decisión más difícil de su vida. Y siempre aciertan. Los dejas ir y el miedo se transforma en gratitud. Es eso, ¿verdad? Los pobres incautos te agradecen que les dejes con vida. Se olvidan de ti como secuestrador y posible asesino y la imagen que se les queda es la de un hombre misericordioso. Para ellos eres como Dios. Tienes el poder de destruir y el de salvar. ¿Ahora no hablas? Es la primera vez que hago esto… Puto mentiroso…
-¿Contento? Ahora sólo tengo una pelotita. Si tan sólo hubieras hecho como el resto… Sólo tenías que temer por tu vida. Mira lo que me obligas a hacer. Venga, elige ahora. ¡Elige! ¿Por qué te ríes?
-Oh, te lo voy a explicar. La situación es la siguiente. Ahí estás tú, de pie enfrente de mí, tu cara cubierta con un pasamontañas, con los puños cerrados encerrando esta vez sí una sola pelotita. Y aquí estoy yo, atado a esta silla. Y ahora quiero que estés muy, muy atento, ¿vale? En todo este rato que hemos estado conversando agradablemente me he dado cuenta de algo. No sabes hacer nudos. Y yo… me muevo muy rápido. No, no intentes soltarte, soy más fuerte que tú. Veamos, que podemos hacer ahora… Si hago así… Eso es, tumbado estás mejor. Déjame coger esto… La paso por aquí, este extremo por allá y listo. Intenta soltarte ahora. ¿Ves? Así se hacen los nudos. ¿Estás asustado?. Si no te importa te voy a quitar el pasamontañas, que debes de estar pasando un calor brutal. Anda, pero mira quien era…
-¡¿Qué vas a hacerme?!
-Vamos a jugar a un juego. ¿No tendrás por casualidad un revólver? ¿No dices nada? Da igual, voy a ver qué encuentro. No te muevas, eh. No he encontrado ninguna pistola, pero da lo mismo. Tengo esto.
-¡¿Una cuchara?! ¿Vas a… vas a quitarme los ojos?
-Oh, no, por Dios, que asco… Ugh, que grima. No, no. ¿Qué clase de mente enferma tienes? Las reglas son las siguientes. Voy a pensar un número del uno al tres. Es decir, uno, dos o tres. Si aciertas, te dejo libre. Si fallas, te pego con la cuchara.
-El dos. ¡Ay!
-En realidad aún no había pensado ningún número, pero seamos sinceros, estaba claro que iba a pensar el tres. Venga, inténtalo de nuevo. Ahora sí que tengo uno pensado. Y te va a sorprender.
-El uno. ¡Ay!
-Era el tres. Siempre pienso el tres. Venga, otra vez. Nos lo estamos pasando bien.
-El tres. ¡Ay!
-Esta vez me confundí, quise pensar el tres pero por algún motivo pensé el dos. ¡Ay! Pues sí que duele esto.
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Para! ¡No me estás dejando decir ningún número!
-Ha habido un cambio de reglas. ¿No te lo dije? Que raro, pensé que te lo había dicho. Ahora cada vez que quiera te doy con la cuchara.
-Eso no es justo…
-¿Me hablas de justicia? ¿Tú? Tienes los santos cojones de hablarme de justicia después de secuestrarme, intentar hacer un juego mental conmigo y dejar en manos del azar mi vida. Mira lo que pienso yo de tu justicia.
-Estás doblando la cuchara…
-Soy fuerte como el viento. Vuelvo ahora. Ya estoy.
-Ha pasado media hora. ¿Qué traes ahí?
-Sopa. Venga, tipo duro, cómete esta sopa. Oh, ¿no puedes? Te diré por qué no. ¡Porque he doblado tu maldita cuchara! Ah, bueno, y además estás atado de pies y manos, no había caído en eso. Que idiota soy.
-Estás loco…
-Están ocurriendo ciertas locuras, no te voy a negar eso. Si la culpa es tuya o mía, amigo, ahí ya no me meto. Si hemos llegado a esta situación es porque me has secuestrado. No lo olvides. ¡Jamás! lo olvides. ¿Por qué lo hiciste?
-¡Ay! ¿Por qué me pegas?
-Para que contestes.
-¡Pero es que ya iba a contestar!
-Bueno, Einstein, ¿y como quieres que lo supiera?
-Podías haberme dado al menos un segundo para que empezara a hablar.
-Mira, muchacho, la paciencia no es la mayor de mis virtudes. Por cierto, que risa, acabo de llamarte muchacho cuando debes de tener 50 o 60 años, ¿no?
-Tengo  24.
-Vaya… Sí que se me da mal calcular la edad de la gente. Si además te conozco y todo. Eres el chico que vive dos casas más allá de la mía, ¿verdad? Y ahora estamos en tu casa, que cuando estuve en la cocina pude ver la mía por la ventana. ¿Por qué me secuestraste a mí?
-No me pegu¡Ay! ¡Joder! ¡No me pegues! ¡Que te lo voy a decir!
-Arreando, que es de goma.
-¿Cómo?
-Que hables.
-Todo empezó ¡Ay!
-¿Qué coño haces? ¿Quién ostia te crees para empezar así la respuesta? Todo empezó…No quiero un puto flashback. ¿Quién fue Aristóteles? Todo empezó con el universo. ¡Mal! Aristóteles fue un puto griego inteligente que murió hace mucho tiempo. ¿Por qué me secuestraste?
-Porque era fácil hacerlo y porque no pensé que fueras a ser un puto psicópata.
-Tienes razón en lo de que era fácil secuestrarme, porque aquí estoy. Pero no soy un psicópata. No, no, no. ¿Acaso un psicópata haría esto?
-Estás aplaudiendo…
-Sí, pero muy rápido. Mira mis manos, son una mancha borrosa. Bueno, ya está que me canso. Me voy a ver la tele.
-¿Me vas a dejar aquí?
-Anda, ya no me acordaba de ti. ¿Has leído “1984”?
-¿El libro?
-No, el año. Es que joder, me pones de los nervios. ¡Claro que el libro! ¡Qué ostia va a ser si no!
-Bueno, perdona… No, no lo he leído. ¿Por?
-Ah, por nada. En fin, que me voy a mi casa. Tienes pizza en la nevera, pero ya lo sabrás porque esta es tu casa y supongo que la habrás comprado tú. De todos modos no te voy a desatar, así que a no ser que alguien venga por aquí a buscarte morirás de inanición en este apestoso sótano. Muy bonito, por cierto. Si no estuvieras atado te retaría a un ping pong. ¡Qué demonios! Te reto. Si ganas te libero.
-Vale. Oye, pero desátame para jugar. 
-De eso nada.
-Pero acabas de decir…
-Que te calles, que eres tonto. Jaja. Bobo, más que bobo. Mírate, todo tirado en el suelo, atado como un zapato. ¿Tienes móvil?
-Sí, un iphone.
-Oye, que no te he preguntado cual tenías. ¿Por qué me lo dices? ¿Te crees mejor que yo? Mi móvil es una patata, sin Internet ni esas cosas.
-El típico Nokia, me imagino.
-No, es una patata. Mira. ¿Ves? Ya tiene un año o así por eso le salen estas raíces y huele como a humedad. Eso sí, no lo he tenido que cargar ni una sola vez.
-Estás loco…
-Sí.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
-Si nadaras bien podríamos ser la primera pareja masculina de natación sincronizada. Aunque deberías buscar otro compañero, porque yo le tengo pánico al agua.
-Estás loco…
-Oye, te repites mucho, chaval.
-Es que es la verdad.
-¿Qué es la cordura?, me pregunto yo. Y ahí se acaba. Porque si me respondo a mí mismo sí que estaría totalmente loco. Loco de atar. La gente cuerda, como yo, no habla consigo misma. Sin embargo, aquí estoy dos semanas después respondiendo a mi propia pregunta ante tu desnutrido cadáver. 

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