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martes, 15 de enero de 2013

Cuba (Parte I)

Una vez estuve en cuba. Cómo llegué allí es un misterio. Porque que los aviones vuelen es misterioso de cojones. ¿Qué pesa un bicho de esos? No menos de 800 kilos. ¡Vacío! Después lleno de gentuza se dispara hasta las nosecuántas toneladas métricas decimales. "Es por el efecto Venturi", me dicen por aquí. Como sé que sois bastante cortitos os lo explico, que yo de otra cosa no sabré, pero de Venturi y todos sus efectos le piloto que te cagas.
Venturi nació en Italia en el siglo del Renacimiento. Natural de Florencia, a tierna edad se mudó junto con su familia a Milano (¡ojo! No confundir con Milán, donde las gomas de nata). Su padre era futbolista, lateral derecho para más inri. Fue en el propio viaje hacia el norte cuando descubrió el efecto al que dio nombre. La historia es curiosa: estaba mirando por la ventanilla del avión justo cuando éste (jódete RAE) atravesaba una nube. Pudo visualizar los flujos de aire sobre y bajo el ala. Por encima de ella el aire recorría más distancia que por debajo, pero en el mismo tiempo. Cuanto más rápido va el aire, más magia hay, por eso vuelan los aviones. 
Llegué a Cuba cuando allí era de noche. Por el cambio horario seguía siendo febrero, cosa que me decepcionó sobremanera. Hacía calorcito, eso es verdad. Os hablaré de Cuba, de lo que sabía yo de ella (porque Cuba es femenina, sino sería Cubo, una estupidez sin sentido). Es una isla. Una isla es como el mar pero te puedes poner de pie sin hundirte. Eso es todo. También sabía algo de un Fidel Castor o algo parecido. Pero poco más. La capital es La Habana. Ahí llegué yo, con una maleta cargada de sueños y ropa de verano, la cartera repleta de sueños y pesos cuc, y los bolsillos abarrotados de sueños y monedas de euro que me habían sobrado del aeropuerto ese que hay en Madrid y desde donde emprendí el viaje del que os llevo hablando unos pocos párrafos. Parágrafos, me atrevería a decir. Y me atrevo, porque soy super super valiente. 
En el aeropuerto no recuerdo si cogimos un autobús o fuimos en mula. Qué más da. El hotel era bastante basura. Justo al lado del malecón (ni puta idea de lo que es eso) pero muy alejado del centro neurálgico de La Habana. Fíjate que para visitar cualquier cosa interesante teníamos que coger un cocotaxi. Un cocotaxi es un taxi hecho con cocos. Más o menos. Realmente es un motocicleto al que algún genio se le ocurrió añadir una especie de cosa esférica donde van los pasajeros. Así. Lo acabo de dibujar en un papel que tengo aquí al lado, pero claro, no lo podéis ver. Realmente no he dibujado nada, pardillos. Tenían una particularidad. Bueno, varias. Sólo (jódete RAE) podían ir dos pasajeros y no disponía de frenos. Y si los tenía el cocotaxista tenía aprensión a gastarlos. 
La Habana es muy bonita,  muy vintage. Las construcciones más recientes tendrán unos 50 años. Casi como en España. Los coches son muy curvilíneos ellos. Creo que llegaron todos a la isla en un gran éxodo que hubo en los años 50 o por ahí. Después los flujos migratorios se vieron afectados por el cambio climático, por eso no hay ni un solo Ford Fiesta en toda Cuba. Uno de cada tres habitantes es policía. Dos de cada siete perros también lo son. Los perros policía cubanos son profesionales, muy profesionales. No les puedes acariciar. Tú acercas lentamente la mano diciendo "perrito, perrito" y el maldito animal espera hasta que estés a un milímetro de su pelaje para ladrarte y amenazar con morderte. Lo que no hay son vacas. Bueno, hay unas pocas almacenadas en un recinto secreto pero apenas dan leche, así que los cereales los tienes que tomar en seco.
La noche de La Habana... De eso os hablo en el siguiente capítulo.

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On the next episode of Jorcho's "Cuba":
Asesinatos, prostitución, alta política, drogaína, trágicas desapariciones, epidemias mortales y más anécdotas.
Tuesdays 8/9c.

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