-Si pudieras elegir, serías un gato.
Ella le miró extrañada. Llevaba
cinco minutos en esa fiesta y acababa de entrar en la cocina para servirse una
bebida. Él había entrado poco después.
-¿Cómo dices?
-Que si pudieras elegir, serías un gato.
-¿Nos conocemos?
-Vale.
Ella no pudo evitar que se le escapara una
carcajada. Él sonrío mientras bebía de su vaso.
-No, no nos habíamos visto antes,
creo -añadió él.
-Pero aún así sabes que sería un gato.
-Si pudieras elegir, sí.
-¿Si pudiera elegir entre qué?
-Entre ser un gato y una gaviota.
Ella cada vez estaba más confundida. Y más
divertida.
-¿Por qué entre esos dos?
-No sé -dijo pensativo-. Quizá por una película
que vi.
-¡Ya sé cuál dices! -exclamó entusiasmada ella.
Ahora era él el sorprendido-. ¿Cómo se llamaba? "La gaviota y el
gato", o algo así.
-"Historia de una gaviota (y del gato que
le enseñó a volar)".
-¡Eso! ¿De qué iba?
-De una gaviota. Y del gato que le enseñó a
volar -dijo encogiéndose de hombros-. No la recuerdo muy bien. Sólo sé que
desde que la vi llevo con esa pregunta en la cabeza. ¿Gato o gaviota? -dijo
volviendo a mirarla.
-Sí, sería un gato. Una gata, bueno. ¿Tú?
-Un castor.
Ella volvió a reír.
-¿Cómo que un castor? ¿No era o un gato o una
gaviota?
-No. Es decir, sí. Pero como es una pregunta
que me he inventado yo puedo responderla como quiera, ¿no?
-¿Me estás diciendo que nadie antes se había
hecho esa pregunta?
-Por lo que yo sé, no. Por lo tanto es MÍ
pregunta. Así que entre un gato y una gaviota, sin duda sería un castor.
-¿Por qué?
-Por su suave pelaje, sus fuertes dientes, sus
conocimientos ingenieriles, su pico...
-Los castores no tienen pico.
-...sus grandes alas, sus escamas de un verde
brillante, su aliento de fuego...
-Eso son dragones.
-... sus poderosas ruedas traseras, su forma
aerodinámica, su motor V8 de 2.4
litros ...
Ella se limitó a beber mientras él seguía con
la pormenorizada descripción de los castores.
-... y su delicioso sabor ahumado. ¿Y tú por
qué serías una gata?
-Porque se pasan el día durmiendo.
-¿Te gusta mucho dormir?
-No.
-¿Entonces?
-Para variar.
- Entiendo. ¿Quieres ser mi novia?
-Vale. ¿Tú quieres ser mi novio?
-¡Dios, no! Las chicas sois tontas.
Y se marchó, dejando a la pequeña Daisy, de 8
años, llorando desconsolada en la cocina.
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