-Hola, ¿está...?
-No.
-Pero...
-Aquí no hay nadie.
El portazo a punto estuvo de aplastarle la nariz si no llega a ser por sus reflejos felinos. ¿Qué coño acababa de pasar? Se acercó de nuevo a la puerta. Esta vez no llamó al timbre. Se dedicó a aporrear la madera hasta que el hombre del otro lado decidió volver a abrir.
-Qué -dijo secamente.
-Sólo quería saber si...
-No.
-Pero...
-No.
-Pero...
-Mira, muchacho, si le digo que no es que no.
-Pero...
-No.
-Pero...
-Qué -volvió a decir secamente.
-Es que ni siquiera...
-No.
-Pero...
-No.
-¡Ahhhhhhhhhhh!
Se lanzó como un loco hacia la puerta entreabierta, golpeándola con el hombro. Esta a su vez impactó en el hombre, derribándolo. Él se quedó de pie, respirando entrecortadamente. Desprendía furia por cada uno de sus poros, incluso por los que quedaban ocultos por la ropa que llevaba, que eran muchos.
-¡Maldito hijo de puta, déjame acabar de hacerte la pregunta antes de...!
-No.
Eso fue demasiado para él. Apretó tanto los puños que los dedos le atravesaron la palma y le salieron por el dorso de la mano. Gritó desesperado hasta que todos los cristales de la casa explotaron al unísono. Apretó entonces los dientes y estos se deshicieron como un terrón de azúcar. La primera patada impactó en la cabeza del hombre que no se había movido del suelo y se la arrancó de cuajo. La segunda le hundió la caja torácica. Estuvo dos minutos así, hasta que no quedó nada sólido que golpear.
Exhausto, se acercó a la mesa del salón. Sobre ella vio una carpeta marrón. La abrió como buenamente pudo con sus destrozadas manos, llenando todo de sangre. Vio su foto encabezando un informe psicológico. Así que aquel hombre debía ser el Doctor Comosellame, pensó. ¿Por qué coño no se lo había dicho? ¿Por qué le había interrumpido constantemente? Leyó por encima la primera de las páginas.
-"Carácter violento" mis cojones -dijo antes de abandonar la casa, limpiándose los zapatos ensangrentados en el felpudo.
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