El discurso del humano que acompaña al
rey y que no tiene ningún problema a la hora de hablar en público por lo que en
el caso de que hubiera sido el protagonista de la película en la que está
inspirado este título seguramente no tendría sentido haber hecho la película
porque simplemente hubiera dado el discurso sin tener que acudir a un
profesional para intentar solucionarlo.
Revisé
otra vez el mapa. Una cruz marca el lugar, decían. Así que dibuje una cruz al
azar en el plano de la ciudad. Por fortuna la pinte bastante cerca de dónde me
encontraba. Doblé el mapa, arrugándolo hasta formar una bola, comprobé el arma
una vez más y me lancé con decisión hacia lo desconocido.
Necesito confesar algo. No sé qué es una
musa. No conozco qué forma tiene, ni su color, ni siquiera sé cómo sabe. No sé
para qué sirve ni cuántos años vive. No tengo ni idea de si es algo bueno o
malo, grande o pequeño, masculino o femenino. Así que para inspirarme decidí
irme a pescar truchas. Había dos ríos en el pequeño reino, ambos plagados de
presas, por supuesto. Los peces se acumulaban como peces en un embalse. Así que
pescarlos fue fácil. A todos ellos. Algunos diréis que es malo para el
ecosistema. Bueno, sí, pero no es mío, así que me da igual. Estuve un par de
semanas ocupado en eso. La verdad es que no sé por qué, ya que ni me gusta
pescar ni las truchas para comer. Cuando pesqué el último pez me acordé de que
tenía que escribir un discurso para encandilar a los francocastores de, abro
comillas, Castuaj La Fojmidabl. Así que me puse manos a la obra. Después de
Fojmidable cierro comillas, por supuesto.
Tardé cuatro días en escribirlo. Tres los
pasé fabricando un lápiz. Encontrar madera es fácil en un bosque, pero el
grafito está más complicado. Puse al perro mayordomo a hacer un agujero. Uno
muy profundo. Al final apareció con un trozo de grafito y otras cosas como
diamantes, oro, huesos humanos y extraterrestres. Construí el lápiz, afilé la
punta y me puse a escribir sobre la tierra usándolo como si fuera un palo. Cuando
acabé lo releí satisfecho. Había escrito el mejor discurso de la historia de la
humanidad. ¿Pero qué lugar ocuparía en la historia de la castoridad?
El día siguiente de mi arenga me
desperté temprano. Salí de mi habitación y me encontré con Pastor en la sala
principal. El perrete acababa de entrar con una bandeja llena de cosas
desayunables. El joven monarca estaba leyendo un periódico. En la portada,
justo debajo de esas grandes letras que decían “Le Monde Castoreur”, se podía
leer una de las frases que había pronunciado el día anterior.
-¿Cómo te
sientes siendo portada en el periódico más importante del mundo castoril?
–preguntó Pastor, alzando la vista por detrás del diario.
-Bueno, ¿cómo
te sientes tú siendo el rey de la mayoría de los castores?
Sonrió. Le dio un bocado a una tostada,
que en realidad era un trozo de madera, untada con lo que parecía ser serrín.
Dobló el periódico y me lo lanzó.
-Han
transcrito tu discurso palabra por palabra. Échale un ojo. Y enmárcalo o algo.
Abrí el panfleto por la mitad, tal como
hacen en las películas. Tuve que retroceder hasta la primera página, ya que al
ser la noticia más importante estaba al principio. Lo encontré al lado de un
tosco dibujo de mi cara.
He venido aquí para
convenceros de que os unáis a nuestra causa. Sois castores. Yo humano. Y así
podéis llamarme. Puede que sea más fuerte que vosotros, pero también más listo.
Así que haced lo que os digo si no queréis morir aplastados bajo mis botas.
¿Alguna objeción? Me comunican que no os he dicho en qué consiste dicha causa.
Estamos reunificando Castoria. Del mismo modo que vosotros habéis estado
haciendo con este pseudoreino, pero a lo grande. ¿Qué os diferencia a vosotros,
habitantes de Castoira La Formidable, de nosotros, habitantes de Castoria la
Única? Bueno, de mí muchas cosas, porque somos de especies distintas. ¿Pero de
él? Nada. Sois hermanos. Sí, puede que habléis una lengua diferente y tengáis
otras costumbres. Aun así, son más las cosas que os unen que las que os
separan. A mí no me importa que habléis francocastorí o chinopuercospinico. Yo
me invento las lenguas que hablo, y eso no es impedimento para comunicarme con
esquimales, franceses, castores o perros. Lo único que quiero es que pongáis
vuestra vida al servicio de mis locos, locos fines constituyendo el mayor
ejército sin armas jamás visto. ¿Es mucho pedir? Yo creo que no. Humanos y
castores ya lucharon juntos en el pasado, me parece. Volvamos a hacerlo, sólo
que en vez de juntos más bien vosotros bajo mis órdenes. ¿Que qué ganáis
vosotros? Buena pregunta, extraño bicho con acento endiablado. Puedo prometer y
prometo que os guiaré… ¡HASTA LA VICTORIA! ¿Cómo que qué victoria? Ah, coño,
que no os he hablado de la guerra. ¿Ves, Pastor? Tendría que haber escrito el
discurso en una tabla o un papel, y no en el suelo. Sí, bueno, la idea fue mía,
pero tú no me dijiste nada. Y yo que sé, supuse que si recogía la tierra al
esparcirla en otro sitio las palabras seguirían intactas. En fin, no quiero
discutir ahora, ya hablaremos al llegar a casa. Bueno, al hotel, yo es que
llamo casa allá dónde duermo. Perdonad. Lo que iba diciendo. He estado
estudiando la historia de vuestro pueblo y he llegado a una conclusión. Estáis
oprimidos por vuestros hermanos los mapaches y las nutrias. Así que una vez
hayamos conseguido la firme unión de todos vosotros, castores, cargaremos con
toda nuestra fuerza alternativamente contra la costa este y la oeste, hogar de
esas alimañas, como si fuéramos una pelota de tenis. O puede que primero
vayamos a un sitio, por ejemplo al este, acabemos con los mapaches, y después
vayamos al oeste, a la tierra de las nutrias, que es el mar. Aun no está
decidido. Es mejor este último plan porque nos ahorramos viajes. Y esto es un
poco de lo que quería hablaros. Castores, hermanos, en nombre de la Gran Reina
Margaret Cástor, ¡RECUPEREMOS LO QUE ES NUESTRO! ¡LO QUE ES VUESTRO,
RECUPEREMOS LO QUE ES VUESTRO! ¡YO SÓLO OS DIRIGIRÉ A ESTA APLASTANTE VICTORIA,
NO TENGO INTERÉS EN ROBAROS LAS TIERRAS NI A VUESTRAS CASTORAS!
Terminé de leerlo. La verdad es que no recordaba haber dicho ni
una sola de esas palabras. Pero es que antes del discursito de marras había
estado pimplando que da gusto. Y además sonaba como algo que yo podría haber
dicho perfectamente.
-¿Está todo bien, Humi? –preguntó Pastor cuando me vio dejar el
periódico sobre la mesa.
-Pretoriano –contesté asintiendo a la vez con la cabeza y
suponiendo que lo que había dicho era un sinónimo de “afirmativo”.
-Excelente. Termina de desayunar y prepárate. Tienes un largo día
por delante. Has de formar tu ejército.
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