Hércules Poirot y el cáliz de fuego
Atravesé un parque. Al
principio sólo me encontré trincheras abandonadas, pero conforme avanzaba una
sensación se apoderaba de mí. Escuché un ruido y me metí en una de las muchas
zanjas que había diseminadas por la zona. Una pequeña tropa pasó a pocos metros
de mí. Cuando se fueron les seguí a cierta distancia hasta prácticamente el
final de la zona arbolada. Había un auténtico ejército reunificándose en el
exterior de un gran edificio. Alcé mi vista y confirmé lo que suponía. La Union
Jack estaba izada. La Reina estaba en el palacio.
La cena no podía durar eternamente. Tras la agradable velada,
Alfred nos invitó a pasar al salón. Era una acogedora estancia con una
chimenea, varios sillones con aspecto confortable, estanterías plagadas de
libros y un espectacular mueble bar. Yo me dirigí rápidamente hacia allí y me
serví un whiskey. Otros invitados me imitaron, pero no me cabreé, estaban en su
derecho. El mayordomo fue el último en entrar. Llevaba un maletín de aspecto
intrigante. Pidió a los familiares que tomaran asiento. El resto nos mantuvimos
de pie cerca de nuestros clientes. Cuando todos estuvimos situados Alfred
carraspeó y comenzó a hablar con su voz, que yo ya había escuchado por ejemplo
momentos antes cuando había dicho a los familiares que se sentaran.
-Cómo sabéis, estáis aquí por motivo del reparto de la herencia
del señor McAlistair, del que sois respectivamente nieta, nieto, nieto, hijo,
hija, hija y hermano. Pero vuestro parentesco ya lo conocéis. Veo que todos
habéis podido venir, no como al entierro… Iré directo al grano.
Abrió el maletín y sacó un sobre lacrado con el escudo familiar,
como If me señaló. Todo muy vintage. Lo rasgó sin contemplaciones y sacó un
pequeño papel de su interior. Bueno, un folio entero. Antes de leerlo en alto,
Alfred lo leyó para sí. Su cara fue cambiando desde la sorpresa inicial hasta
una gran sonrisa. Nos miró con los ojos ligeramente húmedos y está vez sí leyó
en alto.
“Mi nombre es Alex McAlistair, y si estáis leyendo esto es que he
sido asesinado. Os he citado a los siete aquí porque puedo. Soy un hombre
poderoso, incluso ahora que estoy muerto. Si pensabais que ibais a recibir una
herencia normal es que no me conocíais en absoluto. Y con esto no quiero decir
que no vayáis a recibir nada. Pero os lo vais a tener que ganar. Tendréis que
averiguar quien fue mi asesino. Tenéis esta noche para descubrirlo. Alfred os
dará a continuación una serie de pistas para comenzar las pesquisas. A las 8:00
deberéis entregar en un sobre cerrado un papel con el nombre del asesino, el
lugar del asesinato y el arma homicida. Dios, como me gusta el Cluedo. Quien
acierte recibirá todos mis bienes. Si hay varios se repartirán de un modo
preestablecido. Si nadie consigue adivinarlo, mala suerte, os iréis con las
manos vacías. Ale, que el tiempo corre.”
Como podéis imaginar se armó un gran revuelo tras la lectura de la
nota. ¿Asesinado? Todos creían que Alex McAlistair había muerto de un ataque al
corazón. Me acerqué de nuevo al mueble bar a servirme otra copa. Debí de
quedarme ensimismado mirando las botellas porque de pronto sentí que me tocaban
el hombro y decían mi nombre actual. Me giré y vi que la gente abandonaba el
salón.
-Robert, ven
conmigo, me vas a ayudar a investigar.
Acompañé a la carrera a If a través del salón. Mientras subíamos
las escaleras me explicó que la pista que Alfred les había dado era que debían
comenzar a buscar en su infancia. En la de cada uno, no en la de Alex. Así que
estábamos subiendo a la habitación donde solía dormir If cuando venía a visitar
a su abuelo. Entramos y encendimos la luz. Bueno, la encendió ella, que yo no
sabía donde estaba. Era un cuarto amplió pero poco decorado. Solo un par de
fotos sobre una mesa y un cuadro pintado por mi acompañante, gracias al cual
descubrí que su nombre se escribía Eve. Yo no tenía ni idea de qué estábamos
buscando. Como pude comprobar, Eve tampoco. Encontrar pistas de un misterioso
asesinato es fácil si estás en el lugar del crimen y sabes lo que estas
buscando. Abrimos todos los cajones, miramos en el armario y debajo de la cama.
No había nada extraño. Eve sacó las fotos de sus marcos, por si había algo
escrito en el reverso. Yo, siguiendo su ejemplo, descolgué el cuadro y le di la
vuelta. Premio. Un sobre con la palabra “clue” escrita en el. Lo abrí. Eve miró
entonces hacia mí. No me había visto coger el sobre. Le devolví la mirada.
-Ya sé quien mató
a tu abuelo.
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